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El periodismo atrincherado que viene

Tiempo de polarización de medios y periodistas. La discusión por la ley de comunicación disparó, hace ya cinco años, dos modelos que se ven reflejados en la educación universitaria. De un lado, el marco “profesionalista” que, para quienes lo cuestionan, carece de la densidad que requiere el oficio y simula objetividad. Del otro, el perfil “crítico”, que para sus detractores aporta dosis intolerables de militancia. No cuesta imaginar en qué universidades tiene más rating un modelo u otro, aunque a la hora de indagar un poco más, esas categorías estén lejos de explicarlo todo.

por Federico Poore
Ambito Financiero, 26-04-2013

«Una cosa a la que hemos aspirado siempre es a que las Ciencias Sociales le den al estudiante una conciencia crítica. Es decir, que le hagan ver que trabajar en un periódico no es simplemente escribir bien, sino que por allí pasan intereses contradictorios, y que tienen que tomar una posición». La sentencia corresponde al investigador colombiano Jesús Martín-Barbero, uno de los intelectuales más destacados en el campo de los estudios culturales latinoamericanos, que a fines de la década de los noventa -cuando las Ciencias de la Comunicación eran un boom entre el estudiantado argentino- analizó la formación académica de los futuros periodistas y propuso pensar para qué tipo de medios están pensados. La pregunta que debemos hacernos, dice Martín-Barbero, es la siguiente: «¿Cómo estamos produciendo un mayor número de sujetos sociales con capacidad de intervenir en aquellos ámbitos en los cuales se juegan decisiones que afectan a la colectividad, y no sólo a quienes las toman?».

Este tema es uno de los debates olvidados, pero ciertamente necesarios, que oculta la discusión en torno al rol del periodismo. ¿Para qué medios están pensadas las formaciones polarizadas que hoy reciben los estudiantes de Comunicación y Periodismo?

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A la Universidad Austral se llega en auto o en combi. Queda lejos: su sede Pilar está a unas veinte cuadras del kilómetro 50, una posta del Acceso Norte que desde mediados de los noventa alberga uno de los centros comerciales más grandes de la zona norte del Gran Buenos Aires. Estamos en Derqui, una típica localidad del noroeste del conurbano, que conjuga calles asfaltadas con otras de tierra, algo de pueblo de la Pampa Húmeda con pinceladas de Gran Buenos Aires, countries y barrios de emergencia; una postal, en fin, de la Argentina.

Viernes llega al campus de la Austral una mañana de otoño. Lo primero que llama la atención es la presencia de pick-ups y materiales de construcción: a doscientos metros de la entrada, una decena de operarios trabajan a contra reloj en el nuevo edificio para las carreras de grado, que desde este año acompaña al Hospital Universitario Austral y la IAE Business School en las 96 hectáreas del predio. A lo lejos se divisa el campo de deportes.»Gimnasio, tenis o hockey a minutos de rendir un parcial», promete la página web.

«La carrera de Comunicación es muy amplia y permite que los chicos que recién entranno sepan del todo qué van a hacer hasta segundo o tercer año. Es una formación básica y generalista, que permite a los egresados insertarse fácilmente en distintos ámbitos», explica Marita Grillo, decana de la Facultad de Comunicación Social. La carrera dura cuatro años e incluye materias como Introducción al Management, Comunicación en las Organizaciones o Marketing y Gestión de Empresas Informativas. «También les mostramos cómo se hace una crónica o un perfil, pero más que nada enseñamos a gestionar información», agrega Grillo, que admite que el periodismo no es la elección mayoritaria de sus estudiantes («ronda el nueve o el diez por ciento»). La mayoría se decide por hacer publicidad, comunicación institucional o trabajar en algunas de las empresas que, de tanto en tanto, llegan a Pilar para hacer recruiting.

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Lunes por la tarde, arde el centro de La Plata. Botellas rotas, neumáticos quemados y ruido de bombos son algunas de las postales de las protestas de SUTEBA y UOCRA que dificultan el acceso a la Facultad de Periodismo, un edificio ampliado hace poco al que la comunidad educativa conoce como la «sede Bosque». El vicedecano,Carlos Ciappina, recibe a Viernes al caer la tarde en su oficina del tercer piso. Hay dos cuadros de Eva Perón, amplios espacios vacíos y paredes blancas. Un estilo despojado.

«Nosotros apuntamos a formar comunicadores sociales capaces de desarrollar un análisis crítico sobre el rol de los medios y sobre su propia actividad, en el contexto de un determinado espacio regional y nacional», define Ciappina. Consciente de que algunas de sus palabras remiten a un discurso ya consolidado, el funcionario se apura a aclarar que su mirada no tiene pretensión de homogeneidad. «La política académica no la definen sólo las autoridades o el claustro docente: debido al propio formato de la universidad pública, acá hay que escuchar a los alumnos, que votan y deciden. Hay un amplio espectro ideológico», asegura.

La Facultad de Periodismo funciona como tal desde 1994, pero su historia se remonta a la década del treinta, cuando abrió sus puertas como Escuela Argentina de Periodismo, primero, y Escuela Superior de Periodismo, después. Fue el primer espacio universitario del rubro en América Latina. Su fuerte es el análisis del discurso y la investigación sobre medios gráficos y audiovisuales, explica Ciappina, que relativiza la salida periodística para los 350 graduados que la facultad produce cada año. «Los grandes medios tienen acotada la posibilidad de inclusión, por lo que priorizamos la inserción en los medios locales o en los municipios. En ese sentido, vemos un ingreso laboral más inmediato en el interior de la provincia», dice.

Dado que las pasantías con medios locales -como el diario Diagonales, del Grupo Veintitrés- son contadas; las apuestas más recientes pasan por el programa de becas y la revista Maíz, que la UNLP presentó en marzo de este año. En su primer número, los creadores de la publicación se declaran «insoportablemente fanáticos de los banderines mexicanos, la feijoada, el anticopyright, el humo de la despenalización, Riquelme y las mujeres que reclaman el derecho de decidir sobre sus cuerpos».

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La cuota mensual de la carrera en la Universidad Austral es de 3.570 pesos. A ello hay que sumarle el costo de ir hasta allá en auto o los120 pesos diariostransfer que los lleva desde y hacia Capital (paradas: Belgrano y Microcentro). Unos seis mil pesos por mes, sin contar los almuerzos. La cursada arranca a las 9 y se extiende hasta el mediodía. Hay un receso para almorzar y luego noventa minutos de lo que la Austral llama «vida universitaria», «un espacio transversal a todas las carreras para que se integren según el modelo americano de vida en el campus», relata Teresa Bosch, coordinadora de grado de la Facultad de Comunicación.

Los alumnos cursan entre cinco y seis materias por cuatrimestre. En los dos primeros años se cursa teología: un «catecismo profundizado», según Bosch, que no tiene problema en reconocer los «fuertes vínculos» entre la universidad y el Opus Dei. De lunes a viernes se celebra misa.

Carla Caponi, egresada de la primera camada de la Austral, tiene una mirada desencantada sobre la carrera, a la que entiende como «copiada del modelo de España», al menos en sus inicios. «Comunicación es la típica carrera que atrae a un grupo grande de gente que no sabe qué hacer y siempre hay un perfil del tilingo que estudia eso», sostiene. Caponi se recibió a mediados de los noventa. «Nos dieron el título el 7 de junio de 1996, el Día del Periodista. Para entonces, casi todos habíamos conseguido laburo en empresas, más que en medios. No teníamos mayor preparación que la de poder escribir una notita tipo TEA», recuerda. De su curso, sólo cuatro compañeras estuvieron trabajando en una revista de modas, mientras un par fueron a parar a La Nación. Caponi hizo su pasantía en Telecom.

Para Grillo, la impronta periodística fue mermando en función del propio mercado, que busca comunicólogos para hacertrabajar en una consultora. Sin embargo, admite que «a veces los chicos se van para ese lado porque no les queda otra opción». Hay situaciones intermedias, como aquel grupo que fue contratado para hacer subtítulos en TN. «Saben que los egresados de acá son ‘todoterreno’. Nos gusta ser un espacio neutral», dice Bosch.

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De acuerdo con los registros, la Facultad de Periodismo de la UNLP cuenta con 5.500 alumnos regulares. No obstante, aquel lunes por la tarde no se observaban grandes multitudes de estudiantes circulando por los pasillos. La sede es agradable -queda a metros del Paseo del Bosque, el mayor parque de la ciudad- y por momentos la tan mentada militancia universitaria, que se hizo notar en días recientes tras la feroz inundación que afectó a La Plata, parece más declarada que real en un día normal. En el hall de la planta baja, un afiche del autodenominado Movimiento Lumpen pide «evitar discutir ‘desde las bibliotecas’ o ‘al pedo'» y llama a conseguir su publicación Ser Lumpen Hoy.

Valeria Leiva terminó de cursar en 2005 y está conforme con la carrera. «Los docentes tienen un muy buen nivel y en aquel momento nunca noté una bajada de línea», dice sobre el ambiente a principios de la década pasada. Pero los comentarios que le llegan de las nuevas camadas no son muy favorables a la conducción que Florencia Saintout -decana desde 2007- le imprimió a la casa de altos estudios. «Está alineada con el Gobierno, algo bastante contradictorio si tenemos en cuenta que en la facultad siempre se pregonó el espíritu crítico». «El nivel académico de la facultad es cada vez peor. Los planes de estudio a veces ni se siguen y de a poco los van llevando para el lado del kirchnerismo», denuncia Martín Madroñal, estudiante de 29 años y militante de Franja Morada. El dominio de las agrupaciones oficialistas es absoluto: además de La Rodolfo Walsh, ganadora de las últimas elecciones para centro de estudiante, otras agrupaciones como El Movimiento y Comunicadores para Latinoamérica se declaran «nacionales y populares». La izquierda, representada en la lista Estudiantes en Lucha, sólo se presentó en las elecciones a claustro. Salió segunda.

Un año atrás, la facultad inauguró un edificio al que bautizó Presidente Néstor Kirchner, que días atrás funcionó como centro de solidaridad con los inundados. El acto, marcado por el escándalo, incluyó protestas y hasta una guerra de pintura. El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, presente en la inauguración, dijo que el episodio era «una maravillosa muestra de coraje». «Los medios concentrados iban a indignarse porque le pusimos ese nombre a una universidad pública», sostuvo. También fueron motivo de polémica los premios Rodolfo Walsh propuestos por la comisión directiva de la UNLP. Con el correr de los años dejaron de destacar a Joaquín Morales Solá y comenzaron a celebrar el impulso a la «comunicación popular» propugnada por figuras como Hugo Chávez y Rafael Correa.

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En tanto, en la Universidad Austral varios proyectos de investigación están interrumpidos. El CECAP (Centro de Comunicación Aplicada) destaca el trabajo que hicieron para las fundaciones La Nación y Noble, entre 2008 y 2009, cuando analizaron «la temática social» en los medios, y un estudio posterior sobre la comunicación interna en el Conicet. Otra iniciativa fue el Observatorio de la Televisión, que analizaba «la calidad de las expresiones audiovisuales» en el primetime de los cinco canales de aire de Buenos Aires. La metodología era, al menos, dudosa.El centro le daba un puntaje a cada programa por categorías como «escenografía y decorados», «tratamiento del sonido», «adecuación a la realidad» y -la más sospechosa- «valores/disvalores». Fue discontinuado en 2011. «Cuesta mantener una continuidad cuando no tenés el suficiente fondeo; por eso el año pasado los estudiantes estuvieron entregando otros productos», dice Grillo.

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Pero, ¿para qué sirven las facultades de Comunicación? Hinde Pomeraniec, ex prosecretaria de redacción de la sección El Mundo en Clarín, cree que existe una confusión entre dos potenciales salidas laborales. «Una cosa es escribir en un diario y otra es estudiar para hacer análisis de medios, como hace (la panelista de «678») Mariana Moyano. Lo que La Plata está formando son cuadros, no profesionales», se lamenta. Sin embargo, Pomeraniec distingue entre la UNLP y la Universidad de Buenos Aires, «más independiente de la gestión y con otro perfil público».

Guido Braslavsky, profesor del taller de periodismo de la carrera de Comunicación de la UBA y cronista de Clarín desde 1997, se inscribe en esa línea. «Las universidades brindan una formación ideológica que va más allá de la mera práctica. En ese sentido, el ‘periodismo militante’ que alientan algunas facultades es una de las grandes vergüenzas de la profesión», dispara. También revela su estrategia frente a las nuevas camadas de futuros cronistas. «Como docente soy muy crítico con respecto a esta idea que hay dentro de la UBA respecto de los medios masivos. Yo quiero alumnos que salgan de la facultad y se sientan parte de esos medios, no que los critiquen desde afuera», dice. La UBA tiene otros problemas (por caso, su plan de estudios data de la década del ochenta), pero las fuentes consultadas coinciden en destacar la mayor autonomía relativa de esta casa de altos estudios, que en 2011 contaba con más de 15 mil estudiantes.

Desde el decanato de la Austral, Grillo encuentra otro problema: «A los chicos de periodismo les gustaría trabajar de lo que les gusta, pero cuesta. Tal vez no estemos consiguiendo tantas pasantías como quisiéramos, pero esta dificultad nace de la situación que están viviendo los medios». Fernando Ruiz, profesor de la materia Periodismo y Democracia en la Austral, cree que la mayor parte de sus estudiantes terminarán en publicidad, marketing o en una ONG. Sin embargo, dice, está bien que sea así, y argumenta su postura con un tiro por elevación a los terciarios. «No somos aquellas escuelas que sacan cien periodistas por año y que el mercado después no puede absorber», sostiene, mientras el comedor del campus de Pilar se llena de adolescentes. Sin embargo, los editores de los principales diarios nacionales tienen otra teoría.

Para sus pasantías en las secciones Política, Sociedad e Internacionales, Página/12 elige desde hace varios años entre estudiantes avanzados de la UBA (también trajo, durante un tiempo, a estudiantes de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora). El diario Clarín, que tiene su propio Máster de Periodismo junto a la Universidad de San Andrés, se lleva pocos egresados de la UDESA a su redacción (a quienes luego les paga, como pasantes, sueldos inferiores a lo que sale la cuota mensual del máster). Muchas de las incorporaciones de los últimos años, paradójicamente, provienen de la UBA o de la propia Universidad de La Plata.

Un editor de un diario insospechado de kirchnerista que hace tiempo está encargado de tomar pasantes o redactores define: «Lo que me interesa es un periodista crítico, que comprenda preocupaciones sociales, que vea venir la noticia. Debo decir que ello lo encuentro en las universidades públicas más que en las privadas. Lo digo sin preconceptos. Entre un ingresante politizado y uno que no está enterado de lo que pasa, prefiero al primero. Eso sí, fanáticos, abstenerse».

Alejandro Kaufman, docente y ex director de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, cree que el tema con los institutos privados de periodismo es que arman su oferta en torno a cuestiones prácticas, «algo que puede aprenderse rápidamente en una redacción». «La diferencia entre aquello y las universidades públicas es la profundidad conceptual, académica, que es, al fin de cuentas, lo que vale la pena obtener en la universidad». Kaufman va más allá de las propuestas de TEA, ETER o cualquier otro instituto dedicado a formar «cronistas prácticos» para el mercado y extiende su hipótesis a las carreras de las universidades privadas de Comunicación Social, como la Austral o San Andrés. «Y no es una cuestión de antigüedad, porque la carrera de Comunicación en la UBA también es relativamente nueva: es el espacio político y simbólico que permite formar alumnos de determinada manera. La UBA tiene un pluralismo que ninguna otra universidad puede reproducir, desde Alejandro Alfie hasta Eduardo Aliverti, pasando por gente de La Nación o Clarín. Otras universidades no pueden competir con este humus, esta sedimentación de capas de sentido».

Decía Jesús Martín-Barbero: «Yo no puedo formar a un periodista neutro que sabe muy bien escribir un lead, que sabe responder a las viejas prácticas periodísticas. Aquí también necesitamos de los otros: de profesionales que tengan un mínimo de herramientas para poder ubicarse en esta sociedad y, que sin ser maniqueos, sepan realmente que hay intereses colectivos e intereses privados, que hay intereses en la guerra y hay intereses en la paz». Con la guerra, Martín-Barbero se refería a la delicada situación política de Colombia, pero la metáfora bien vale para el actual enfrentamiento entre el Gobierno nacional y los medios privados. Frente a este escenario, los editores parecen seguir apostando a las herramientas críticas que observan en los egresados de las universidades públicas.

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Por Federico Poore

Magíster en Economía Urbana (UTDT) con especialización en Datos. Fue editor de Política de la revista Debate y editor de Política y Economía del Buenos Aires Herald. Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), escribe sobre temas urbanos en La Nación, Chequeado y elDiarioAR.

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