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Entrevista a Agnes van Zanten

“En Argentina no hay un seguimiento de las políticas educativas”

por Federico Poore
Buenos Aires Herald, 21-06-2015

Los sistemas meritocráticos están siendo progresivamente reemplazados por la parentocracia, donde la educación de los hijos depende cada vez más de la riqueza (y los deseos) de los padres más que de los esfuerzos de los propios estudiantes. Esto es lo que sostiene Agnes van Zanten, directora del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de París.
Durante una breve visita a Buenos Aires, invitada por Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Van Zanten explica por qué los padres perdieron la confianza en la capacidad del sistema escolar para inculcar conocimiento y demanda algún tipo de control o evaluación sobre el destino de los fondos educativos, un problema que –argumenta– es común a Francia y la Argentina.

El punto de partida de sus investigaciones es que hoy en día un título ya no garantiza recompensas profesionales. ¿Por qué dice que una “parentocracia” reemplazó a la meritocracia?
La parentocracia es el fenómeno exacerbado del poder de los padres. En muchos países, hasta los años ‘80 los padres no podían elegir a qué escuela mandar a sus hijos. Sin embargo, gobiernos como el de Margaret Thatcher impusieron la idea que “elegir” la escuela era su responsabilidad. No todos los padres comenzaron a utilizar esa posibilidad, sino más bien los de clase alta o media-alta, que echaban mano a diferentes estrategias a la hora de buscar una escuela, de manera tal de evitar “mezclarse” con otras categorías. Utilizaron, en muchos casos, la escuela privada, pero en otros eligieron una escuela pública claramente diferenciada. La parentocracia también tiene que ver con una intervención más importante de los padres en la escuela: una categoría de padres insatisfechos con la escuela de su barrio que han “colonizado” la institución mediante una intervención muy presente, no necesariamente de manera positiva. A veces, esta intervención apunta a que la escuela tenga más recursos o para que los profesores no se ausenten, pero muchas veces estos padres intervienen para que sus hijos tengan una atención personalizada, para que los recursos de la escuela vayan más a ciertas actividades que a otras (por ejemplo, organizar un viaje al extranjero en vez de ayudar a los chicos con dificultades). Esto genera una desigualdad, ya que algunos padres adoptan estrategias muy fuertes, mientras que otros no tienen el mismo poder o la misma capacidad de expresarse en público.

Noelia Orienti, investigadora de la Universidad de La Plata, sostiene que ante la masificación de la escuela secundaria, los padres de muchas familias de clase media argentinas comenzaron a elegir escuelas privadas en detrimento de las públicas, socialmente heterogéneas, porque buscaban “amistades saludables” para sus hijos, lejos de los “factores de riesgo”. ¿Esto también sucede en Francia?
Sí, totalmente. Lo que pasa en Francia es que los padres han perdido la confianza en la capacidad de la pedagogía y de las políticas educativas de cambiar la realidad. Cuando los entrevisté me decían: “En realidad el problema no son los profesores. Aunque tengamos los mejores profesores del mundo tenemos varios niños con dificultades y no vamos a poder hacer nada”. Hay una desconfianza muy grande.

En Argentina, la formación de las elites parece darse en un núcleo más reducido: tres o cuatro escuelas públicas y un puñado de escuelas privadas. ¿Cuáles son las diferencias con Francia?
Ante todo, una similitud importante: Argentina se inspiró en el modelo francés y considera la igualdad como un valor muy importante. Esto es una diferencia, por ejemplo, con Inglaterra. Al mismo tiempo, lo que pasó en Francia y no en Argentina es que se crearon las grandes escuelas públicas para formar a los cuadros del Estado. Aunque eran muy selectivos, se veían como igualitarias porque no había que pagar por ellos. En Francia existe un sector privado, pero sin el prestigio de las públicas… aunque hay cada vez más conexiones entre las élites intelectuales y el mercado. El perfil típico de las grandes escuelas es un padre que es un cuadro alto en el sector económico y una madre profesora de enseñanza superior o con algún tipo de trabajo intelectual. Formalmente, el sistema es bastante meritocrático porque las élites económicas no pueden comprar su lugar en esas escuelas… aunque sí se pueden comprar los cursos que van a permitir que tengas mejores resultados o los viajes al exterior que van a permitir que seas bilingüe. Es decir que en la práctica, se puede comprar la “meritocracia”.

Este fenómeno, dice, estaría más acentuado en Argentina…
Porque no es tan selectiva la escuela, con lo cual las élites pueden lograr que sus hijos accedan a una posición de élite sin ser precisamente brillantes. En Francia, aunque vengas de una familia con muchos medios económicos, es el esfuerzo personal el que debe llevarte ahí.

El gobierno elevó su inversión en educación a más del 6 por ciento del PBI. Sin embargo, no parece observarse una mejora en la calidad educativa. ¿A qué le atribuye este problema?
Depende de cómo se distribuyen los recursos y cómo se controla este proceso. En Argentina, como en Francia, no hay capacidad de seguimiento del Estado del seguimiento de sus políticas. Los sistemas que han mejorado mucho, como Canadá o Inglaterra, a veces con críticas, han puesto muchos recursos para ver lo que se hace en la escuela y que los recursos vayan a quienes más lo necesitan. En Francia, el objetivo de las llamadas “zonas de educación prioritaria” era reducir el número de alumnos de 30 a 15, lo que cambia por completo la manera de enseñar. Pero por la manera en la que se distribuyeron estos recursos, apenas se logró una reducción de dos alumnos por clase, por lo cual no se produjo ninguna modificación relevante. Según entiendo, en Argentina también se observa una falta coordinación entre el nivel central y las provincias.

¿Por qué algunos países tienen miedos a medir resultados? Evaluar a los docentes es visto como una medida tecnocrática o neoliberal.
En Francia hay más estadísticas, pero pocas evaluaciones. Hay algunas evaluaciones a docentes, pero son poco frecuentes y no tienen ningún impacto real. Hay que encontrar una manera de ver qué están haciendo los docentes. En Escocia, los profesores se autoevalúan, y al nivel regional se examinan esas autoevaluaciones. Si ven que hay problemas, regresan a la escuela. Pero en general confían en su capacidad para que cuenten qué es lo que no está funcionando correctamente. No hay que desinteresarse en lo que sucede en la clase.

En cuanto a la política universitaria, nuestro país ofrece un acceso libre e irrestricto. Sin embargo, solo 3 de cada 10 logran terminar sus estudios. ¿No termina siendo en la práctica un sistema casi igual de exclusivo que los demás sistemas de la región?
Es una nueva similitud con Francia, donde las universidades públicas son gratuitas y la selección se realiza mediante el fracaso escolar. Observamos muchos fracasos en los primeros dos años, muchos cambios de carrera: hay una diferencia muy importante entre el número de estudiantes que entran y los que se gradúan. Sin embargo, hasta ahora ha sido imposible introducir algún tipo de selectividad, aunque sea una selectividad muy soft. Frente a este escenario florecen las universidades privadas, que copan las ferias universitarias donde intentan captar nuevos estudiantes por medio de diferentes estrategias de marketing. Los más atraídos son los estudiantes de clase media baja, que se acercan seducidos por la promesa de planes de financiamiento… pero lo cierto es que estas instituciones no les van a otorgar un diploma bien reconocido en el mercado de trabajo. La institución privada no es la solución, pero esto no quiere decir que no haya que transformar la educación pública. La universidad pública no selectiva está creando estrategias selectivas.

Brasil y Chile presentan exámenes muy difíciles al terminar el secundario o al ingresar a la universidad. ¿Es esa una posible solución?
El ejemplo de Brasil crea una situación muy paradójica. Dada la crucial importancia de los cursos particulares para el examen de entrada a la universidad, lo que supuestamente es un requisito meritocrático se convierte en una barrera social. De esta manera, los que fueron a un buen colegio en Brasil terminan accediendo a la universidad pública, mientras los pobres estudiantes que fueron a las escuelas públicas brasileras, terminan yendo a las instituciones privadas pagas. Las barretas meritocráticas han sido importante en un cierto momento de la historia, pero hoy es posible “comprar” la meritocracia.

Por Federico Poore

Magíster en Economía Urbana (UTDT) con especialización en Datos. Fue editor de Política de la revista Debate y editor de Política y Economía del Buenos Aires Herald. Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), escribe sobre temas urbanos en La Nación, Chequeado y elDiarioAR.

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