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Entrevista a Natalia Zuazo

«No hay estadísticas que prueben que las cámaras sirven para bajar el delito»

por Federico Poore
Buenos Aires Herald, 20-09-2015

Luego de cincuenta entrevistas y más de dos años de trabajo, Natalia Zuazo publicó su primer libro, Guerras de Internet, en las que analiza las luchas de poder detrás de las llamadas nuevas tecnologías.

¿Por qué es importante conocer las relaciones detrás de Internet?
Hay una frase de la investigadora Rebecca Mackinnon que me quedó grabada en la cabeza. Su hipótesis es que entendemos cómo funciona el mundo en la vida real, pero que no entendemos cómo funciona en la vida digital. Dejame darte un ejemplo: si vos conocés dónde trabaja un legislador podés pedirle una audiencia, mandarle una carta, es decir, pedirle una rendición de cuentas. Acá es lo mismo. Porque sino, cada vez que se desata un escándalo tecnológico lo único que aparece es la queja. “Se están quedando con nuestros datos,” dicen. ¿Quiénes? ¿Por qué? ¿Empresas, estados? No todos recoletan nuestros datos por las mismas razones.

¿Por qué te interesó contar la parte más “sucia” de la red, desde caños submarinos a granjas de servidores?
Me gusta derribar mitos. El buen periodista tiene ahí una misión muy importante: deconstruir y ponerse a investigar. Cuando empecé el libro se me ocurrió hacer una encuesta, sin ninguna pretensión de seriedad metodológica. Les pedí a cincuenta personas que me dibujaran internet. La mayor parte de los dibujos reflejaba la idea de que internet era una nube, que estaba en el cielo, igual que lo que dicen las publicidades. Pero si entendés cómo son las redes que te conectan, vas a entender, por ejemplo, quién es el responsable de que internet se te corte. En este caso, alguien que no está invirtiendo en infraestructura para que puedas leer tus mails.

¿Creés que Julian Assange es un hacker o un periodista?
Es un activista político. Ahora bien, Assange o (Edward) Snowden revelan secretos de los grandes poderes, con lo cual su tarea se acerca al de los periodistas. Hoy es el turno de (Barack) Obama, mañana será el de Angela Merkel, pasado mañana es Visa o Citibank. Y eso siempre está bien. Por otra parte, pienso que los periodistas harían un mejor trabajo si dominaran mejor las herramientas tecnológicas o aquellas vinculadas al hacktivismo.

Google se ha convertido en una enorme empresa de publicidad. La mayor parte de su negocio proviene del big data, es decir, de la concentración de grandes volúmenes de información sobre gustos y consumos. ¿Siempre fue así?
Google ingresó en Internet en un momento en el que había mucha información desperdigada, por lo que ingresa como el gran ordenador de la información del mundo. Crea un motor de búsqueda insuperable y se convierte en un insumo básico. Lo que sucedió más adelante es que con ese torrente de información pudieron armar perfiles de usuarios para después vendernos cosas. Pero el negocio de la publicidad tiene un límite.

¿Por qué?
Una gran parte de la población aún no está conectada a Internet. Por ende, el próximo paso de Google es meterse en el negocio de la infraestructura, un negocio que hasta ahora pertenece a las telcos. Toda empresa de publicidad necesita aumentar su base de datos y ellos tienen que conectar a más gente para que más gente use sus servicios.

Es parecido al caso de Facebook con Internet.org: llevar internet a países más desfavorecidos con la idea de que usen sus servicios.
La idea de Mark Zuckerberg es llevar un acceso a lugares donde la gente aún no está conectada, es decir, que aún no consume. Lo que les interesa es construir consumidores. Si para eso tienen que tirar un caño de fibra óptica no hay problema: es una inversión rentable que se amortiza en meses. El problema es que para estas personas, el acceso a Internet es acceso vía Facebook: una visión limitada del mundo.

Parte de la seducción es que los usuarios pueden pensar que el beneficio es inmediato pero el peligro es potencial (y en el largo plazo). Es difícil que una advertencia así encuentre eco.
Ése es el gran problema de la privacidad y de todas las aplicaciones que aceptamos sin siquiera mirar sus términos y condiciones. Son intercambios que hacemos. Estás en Google porque te busca rápido algo, entrás a Amazon porque tenés todos los productos del mundo en un solo lugar… La gente no es estúpida. El tema es dejar de pensar como usuario y empezar a pensar como ciudadano: ser, al menos, mínimamente consciente de esto que está sucediendo.

Es una propuesta compleja, ya que la mayor parte de los usuarios a duras penas saben cómo usar Twitter o Facebook.
Es un paso más allá, soy consciente de eso. A mí como usuaria, me cuesta. En algunos intercambios cedo por un tema de practicidad, y en otros no.

Una estrategia podría ser diversificar las plataformas: usar el buscador de Google, pero con Firefox, o un celular sin GPS activado todo el tiempo…
La sincronización permanente es un riesgo. Te doy un ejemplo: la semana pasada me robaron la computadora. Pero tenía (el sistema operativo) Ubuntu con clave y no tenía todo sincronizado. Por lo que perdí la computadora, pero no perdí todo.

En uno de los capítulos del libro analizás el problema de las cámaras de seguridad. ¿Cómo es esta relación simbiótica entre los gobiernos que instalan estas máquinas y los canales de noticias?
Un asesor de Sergio Massa me dijo: “Yo tengo que estar todos los días en los medios. Si para estar en los medios tengo que entregar una cámara de seguridad atrapando a un chorro, yo lo hago”. Y lo dijo on the record. El material de las cámaras de seguridad es producido con fondos públicos y luego los municipios se lo entregan gratuitamente a los canales de televisión, un negocio que no se discute. Pero hay otro problema mayor vinculado a las cámaras.

¿Cuál?
Que los municipios no tienen estadísticas de delito para antes ni después de las cámaras. Si existieran cifras que prueban que las cámaras sirven para combatir el delito, no me voy a oponer sólo por un tema de privacidad. El problema es que la estadística del delito no existe, por lo que esto se vuelve un problema de fe. Hablamos de un mercado concentrado en tres grandes empresas, la mayor de las cuales pertenece a (Mario) Montoto.

¿Cuál es la diferencia entre todo esto que hablamos y las teorías conspirativas?
Las teorías conspirativas son peligrosas porque son antipolítica. Los paranoicos no creen que la política tenga nada que ver, pero está claro la política es que la define que se adopte o no cierta tecnología, los que aprueban una ley para implementar un sistema biométrico en todos los ciudadanos. Los políticos tienen que tener asesores especializados, así como los tienen en temas complejos como reproducción asistida o hidrocarburos. No puede ser que haya solo tres personas hablando sobre esto. Hay que abrir el debate, por más que esto no le convenga a algunos activistas tecnológicos.

Una versión en inglés de esta entrevista se publicó en la contratapa del Buenos Aires Herald del domingo 20 de septiembre de 2015.

Por Federico Poore

Magíster en Economía Urbana (UTDT) con especialización en Datos. Fue editor de Política de la revista Debate y editor de Política y Economía del Buenos Aires Herald. Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), escribe sobre temas urbanos en La Nación, Chequeado y elDiarioAR.

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