Categorías
CATEGORÍAS: Educación MEDIOS: Clarín

Alumna de su hija

En una interesante inversión de roles, Romina Villalba está aprendiendo computación con la netbook que su hija de 9 años recibió en la escuela. «Ahora leemos más que con los libros», se entusiasma.

por Federico Poore
Clarín Educación, 11-05-2011

Romina mira sorprendida la velocidad con la que pasan las ventanas en el monitor. Anochece en Balvanera y la luz más fuerte del hogar es la que emite la netbook que maneja Brisa, su hija de nueve años. “Si arrastrás este archivo desde la papelera de reciclaje lo podés salvar”, le explica la chica, y agrega: “Me lo enseñó el profesor.”

En una interesante inversión de roles generacionales –cada vez más común para los tiempos que corren– esta madre de 25 años se convirtió en la alumna. A toda hora y a simple pedido, aprende computación gracias a los consejos que le da esta muchacha de ojos chiquitos, que maneja con agilidad una de las netbooks que el gobierno porteño entregó en seis escuelas primarias como parte de un plan piloto. “El día que llegó estábamos chochos –recuerda la mujer– ‘No la toques, no la toques’, me decía Brisa. Es que no te acostumbrás. Tenés miedo a que se rompa o que le pase cualquier cosa”.

Con el correr de los meses y luego de un poco de práctica, Romina Villalba dejó de mirar la netbook como un objeto de culto. Hoy es una herramienta más –personalizada con stickers de Betty Boop– que descansa en el living de su departamento del piso 19. “La computadora es como un cuaderno de clases: se lleva y se trae en la mochila todos los días”, define.

Al principio desconfiaba sobre qué tipo de contenidos podían llegarle a su hija mientras navegaba. “Las páginas son un problema”, había dicho en la cooperadora del colegio, y el tema de la eficacia de los filtros se discutió con otros padres en varios talleres. La experiencia demostró que Brisa sólo la usa para hacer las tareas o para divertirse, y que mucha navegación en casa es más segura que poca en cualquier lado. “Antes, muchos de los padres llevábamos a los chicos al cyber y pasábamos a buscarlos más tarde. No teníamos forma de involucrarnos con lo que hacían”, recuerda.

Mientras se prepara un té, observa cómo la niña despliega en la netbook la tarea que tiene que hacer para el día siguiente. Es hábil: tres clicks y ya llegó. “Estaba buscando algo de los tobas para la escuela –dice–. A mí me tocaron los guaraníes, pero como soy de Misiones y yo sé todo eso, la ayudo a mi compañera de banco”. Para pasarle esa información primero va a tener que imprimir el texto, pero explica que eso va a cambiar “cuando mamá compre un pendrive”. “Ya es la segunda vez que me lo pide”, se ríe Romina y se encoge de hombros. “De chica usaba la computadora sólo en lo del primo. Ahora está mucho más enganchada, la maneja como algo normal”. A Brisa se le iluminan los ojos y explica que todos sus compañeros se llevan bien con la compu. “Si uno no sabe, los otros le ayudan”, detalla.

Sin embargo, el desafío no es sólo para el colegio. En el caso de Romina, se trata de dominar un fenómeno nuevo al que recién pudo acceder de grande. “Hay muchas cosas que no sé que me dice ella. Por ejemplo, me enseñó a bajar canciones y películas, y los juegos que no sé poner ella los encuentra al toque”. Así y todo, admite que todavía usa poco la máquina, “aunque ahora que aprendí, a la noche me pongo música”. Ambas comparten su pasión por las canciones de Casi Ángeles que acompañaron la charla. Cuando termina el último tema, la madre cierra la netbook con cuidado y queda a la vista una etiqueta blanca en la tapa que reza: “Brisa Villalba, 4° A”.

Por Federico Poore

Magíster en Economía Urbana (UTDT) con especialización en Datos. Fue editor de Política de la revista Debate y editor de Política y Economía del Buenos Aires Herald. Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), escribe sobre temas urbanos en La Nación, Chequeado y elDiarioAR.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *