El acto de Hugo Moyano en Plaza de Mayo marca el fin de la alianza estratégica entre el Gobierno y el líder de la CGT. Cuál es el poder real del camionero tras la probable ruptura de la central.
por Federico Poore
Debate, 30-06-2012
El locutor resumía por altoparlantes el espíritu del acto. “Los trabajadores somos más buenos que Lassie, pero no dejen que nos enojemos”, gritaba. Eran las dos de la tarde del miércoles 27 y la Plaza de Mayo era el epicentro de la movilización impulsada por el titular de la CGT, Hugo Moyano. Mientras las columnas continuaban llegando, dos elementos se destacaban visualmente: las pecheras verdes de Camioneros y las viseras azules de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales (Uatre), que conformaban el grueso de la masa de trabajadores presentes.
A falta de pocos minutos para el discurso de Moyano, único orador del acto, el observador casual todavía podía caminar con naturalidad en medio de los manifestantes. Entre bombos y choripanes reinaba una tensa calma que nunca terminó de canalizarse en consignas unificadas (más allá de entonar al final la clásica Marcha Peronista, de la que los partidos de izquierda, esperablemente, no participaron). Seguía siendo una notable capacidad de convocatoria -superior a la de casi cualquier otro colectivo político y social en la Argentina-, pero si se recuerda que el titular de la central esperaba 150 mil personas, no es arriesgado concluir que, como demostración de fuerza, se quedó corta.
“Voy a renovar el contrato el 12 de julio y voy a seguir en la CGT”, lanzó Moyano en uno de los pasajes de su breve discurso. “No podemos aceptar que se apodere de la CGT un grupo de dirigentes que van a pasar a ser ministros del Ejecutivo y van a recibir órdenes”. ¿Cómo sigue este enfrentamiento, que marca la ruptura definitiva de la larga sociedad política entre el gobierno nacional y la central de trabajadores? ¿Cuál es el poder real de fuego del sector encabezado por Moyano, ahora que se descuenta una fractura?
EXHIBICIÓN DE FUERZAS
Buena parte del poder de Hugo y Pablo Moyano descansa en la conducción del Sindicato de Choferes de Camiones, gremio que la familia conduce desde 1987. Con cerca de 150 mil afiliados, el sindicato cuenta con la capacidad de paralizar la distribución de diarios, alimentos y combustibles (nafta y gas), así como los camiones de caudales, la recolección de residuos y el reparto de correo, tal como se intentó demostrar con la huelga que acompañó la movilización del miércoles. Concretamente, en el acto en Plaza de Mayo hubo un gran despliegue de camioneros de Olavarría, Santa Cruz, Santa Fe, Entre Ríos y Misiones.
También apoyaron el paro y la marcha unos treinta gremios entre los que estaban el sindicato de peones rurales que dirige Gerónimo “Momo” Venegas, una fracción de la Unión Ferroviaria, el sindicato de pilotos, empleados del seguro, portuarios, textiles, el gremio del calzado, así como los docentes de UDA y la CGT Azul y Blanco que conduce Luis Barrionuevo.
El reclamo en torno al mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias sumó el apoyo del movimiento Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y sectores de izquierda como el Partido Obrero y el PTS, uno de cuyos referentes, el metrodelegado Claudio Dellecarbonara, hizo acto de presencia criticando a otros dirigentes del sindicato de base de subtes enfrentado a la conducción de UTA.
La postal reflejaba la nueva red de apoyos que el dirigente de origen marplatense había cosechado adentro y afuera de la CGT tras su declaración de guerra al gobierno nacional. Esta alianza había comenzado a desmoronarse a principios del año pasado, cuando el camionero reclamó espacios en la listas del Frente para la Victoria, un pedido que incluyó presiones para colocar un candidato a vicepresidente de origen sindical. Muchos de los candidatos propuestos por la central quedaron afuera, aunque el metalúrgico Carlos Gdansky y el titular del sindicato de peajes, Facundo Moyano, entraron en la nómina en la provincia de Buenos Aires.
A principios de este año, el alejamiento de Omar Viviani, del sindicato de taxistas -quien luego de ser uno de los dirigentes más cercanos al camionero pasó a acompañar los reclamos del antimoyanismo-, terminó por trazar una nueva red de alianzas donde viejos enemigos, como Venegas y Barrionuevo, volvieron junto a Moyano. En el caso del titular de Uatre, además, el acercamiento se produjo tras varios meses de estar enfrentados durante el conflicto del campo, diferencias que recién fueron dejadas de lado en febrero del año pasado, cuando Venegas fue detenido en el marco de la causa por la mafia de los medicamentos.
Aunque parezca obvio, hay que destacar que ninguna de las agrupaciones ajenas a la CGT que estuvieron el miércoles puede considerarse “apoyos” de Moyano en su disputa hacia el interior de la central. Más aún, la fracción de la CTA liderada por Pablo Micheli -que envió a la distancia su apoyo al reclamo impositivo- dejó en claro que la huelga se había producido “en un contexto político en donde parecería que lo menos importante es el tema del impuesto”. Y el diputado Héctor Recalde, que el martes había estado en Casa de Gobierno, no fue a escuchar a Moyano.
¿EL CANTO DEL CISNE?
Confirmada la huelga, la decisión oficial fue no ceder ni un milímetro ante los planteos de Moyano, a tal punto que la cadena nacional que la presidenta Cristina Kirchner brindó el martes 26 incluyó duras críticas al líder camionero pero ninguna novedad con respecto a lo que parecía ser su principal reclamo: la suba del mínimo no imponible.
Esta escalada verbal -y la denuncia penal contra Hugo y Pablo Moyano por entorpecimiento de servicios públicos en la toma del miércoles 20- hacía esperar un acto contundente, multitudinario. Sin embargo, la demostración de fuerza, al no contar con el apoyo de otros gremios grandes, fue más exigua de lo prometido. Otra imagen: el líder de la CGT compartió el palco junto a Julio Piumato (Judiciales), Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento) y dirigentes opositores hoy considerados de segunda línea como Cynthia Hotton, Claudia Rucci, Carlos “Tato” Brown, Fernando “Pino” Solanas y Mario Cafiero.
“Es el principio del fin de Moyano”, arriesgó a Debate Oscar Lescano, titular del sindicato Luz y Fuerza. “Fue un acto confuso, contradictorio. El día que se murió Néstor, Moyano dijo que después de Perón había sido el mejor presidente del país, y ahora viene con que los Kirchner hicieron guita con la circular 1050”, abundó el referente del gremio antimoyanista. Lescano destacó el palco “chiquito” y habló de una convocatoria escasa. “El único que podía mover un poco fue Municipales, y no movió nada”, reflexionó, sobre el gremio que conduce Amadeo Genta. También habló de un escenario de ruptura entre la actual conducción y el espacio opositor que integra junto a Sanidad, Smata, Comercio y los “independientes” de Uocra, Taxistas y Obras Sanitarias.
Ante la consulta de esta revista, una de las dirigentes cercanas a Gerónimo “Momo” Venegas se mostró conforme con el resultado de la movilización: “Fue un discurso duro, que era lo que esperábamos”. Schmid, virtual vocero del camionero, salió sin hacer declaraciones y sus colaboradores hablaron de “temas pendientes para discutir” dentro del moyanismo. El martes, en declaraciones radiales, había lanzado: “Yo volvería a votar a Cristina. No sé qué haría Moyano”, acaso síntoma de un conflicto entre ambos.
Matizando este diagnóstico, hubo quienes señalaron que meses atrás la salida de Moyano de la CGT parecía sellada y que el acto del miércoles lo devolvió al centro de la escena. Aunque resta saber si la movilización de la plaza quedará en la historia como el canto del cisne. “Por más que haya sido un acto importante, no es difícil ver la debilidad de Moyano al lado del ‘Momo’ Venegas”, analizó Nicolás Tereschuk, politólogo y editor del blog Artepolítica. Pensando en el posible destinatario del discurso de Moyano, Tereschuk reflexionó: “Siempre es bueno que un dirigente trate de ampliar su audiencia, pero suena medio extraño que le hable a toda la sociedad en medio de una campaña de reelección en la CGT”, sostuvo. Y agregó que “la declarada voluntad de quedarse en la central chocaba con los sindicatos que estaban en ese palco, que no eran ni tantos ni tan pesados”.
HACIA UNA FRACTURA
Otra discusión central tiene que ver con qué hará el Gobierno ante la elección de la CGT, si es que -como se descuenta- el sector de los “Gordos” presenta impugnaciones legales ante el Ministerio de Trabajo. A esta altura, la ruptura parece cristalizarse, sobre todo después de la solicitada, firmada por sindicatos como la UOM, UPCN, UOCRA, Sanidad y Luz y Fuerza, donde se criticó la movilización. “Algo está muy mal, si detrás de las históricas banderas de los trabajadores, se refugian la Sociedad Rural y los dueños del capital”, escribieron los opositores a la conducción del camionero.
De mediar una anulación del confederal que llamó al congreso, algunos dirigentes del antimoyanismo creen que podrán llevar adelante una elección paralela. En tal caso, se materializaría lo que varios ya dan por hecho: la ruptura de la CGT, en una rama opositora -con Moyano a la cabeza- y otra “oficialista”.
“El ministerio se va a atener a derecho”, adelanta Héctor Palomino, a cargo de la Dirección de Estudios de Relaciones de Trabajo bajo la conducción del ministro Carlos Tomada. El objetivo, sostiene, será “limitarse a ejecutar la acción del Estado” sin involucrarse en el conflicto entre moyanistas y opositores. ¿Es consciente de que cualquier decisión que tome Trabajo será leída en clave política? “Puede pasar cualquier cosa el 12 de julio, pero será un tema de los sindicatos. El Gobierno seguirá actuando aunque la CGT se divida”, insiste.
Lescano, en cambio, asegura que ya cuentan con una promesa del Gobierno si la CGT va hacia una ruptura: concretamente, un fallo a favor del Ministerio en la impugnación que presentaron contra la convocatoria efectuada por Moyano. “Sabemos que lo van a impugnar, y la nuestra va a ser la CGT reconocida legalmente”, dice el titular de Luz y Fuerza. ¿Quiénes liderarán esa supuesta CGT “oficial”? “Por ahora Antonio Caló, pero puede llegar a ser un triunvirato. No vamos a andar peleándonos ahora por eso”, explica.
Algo queda claro: el rol de oposición que Moyano pasó a ocupar frente al Gobierno nacional no tiene vuelta atrás. “La alianza política y social entre los gobiernos kirchneristas y la CGT fue fructífera en muchos aspectos, como lo demuestran los convenios colectivos firmados y el desmantelamiento de lo más notorio de la flexibilización laboral”, dice Tereschuk, y agrega: “Con la ruptura, el Gobierno pierde algo en el camino. ¿Una CGT dividida no es una central más debilitada? Y esta CGT debilitada, ¿es un activo o un riesgo?”. Los vertiginosos tiempos de la política argentina impiden anticipar posibles respuestas.