El titular del sindicato de Dragado, Juan Carlos Schmid, analiza las señales de Cristina Kirchner tras las elecciones, y el futuro de la CGT.
por Federico Poore
Debate, 03-12-2011
Quienes acuden a su despacho suelen detenerse frente a la misma foto. La imagen data de 1995 y muestra a Juan Carlos Schmid junto a un joven Hugo Moyano, cuando ambos se plantearon “recuperar” la CGT fundando el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) que se opuso al menemismo. Dieciséis años más tarde, Moyano conduce la central y Schmid -secretario general de Dragado y Balizamiento, un gremio con unos dos mil afiliados- lo acompaña en la mesa chica.
En la entrevista con Debate, Schmid reconoce cambios en la gestión de gobierno tras las elecciones del 23 de octubre y critica la decisión presidencial de no impulsar la ley de reparto de ganancias, aunque ratifica su alineamiento con el oficialismo. “Volver al MTA sería un retroceso”, sostiene.
¿Cómo ve hoy la relación entre el Gobierno y la CGT?
Indudablemente, este clima refleja la administración de una nueva etapa por parte del Gobierno. Creo que, por un lado, hay un reacomodamiento. Pero, por el otro, un ojo puesto en cómo va evolucionando la crisis internacional, cuya única certeza es la incertidumbre. Tal vez esto no sea válido para la Argentina, porque acá hay algunas “seguridades” en cómo el Gobierno ha afrontado la crisis de 2008, pero evidentemente hay una incertidumbre global.
Días atrás, la Presidenta desautorizó públicamente el proyecto de ley de reparto de ganancias. ¿Qué opinión le merece?
Vamos a insistir, porque creemos que es un elemento más para mejorar la distribución de la ganancia. La experiencia nos indica que una norma de menor jerarquía que una ley le termina dando una ventaja al sector empresario. De todas formas, en el fondo de la cuestión está el comentario que hace la Presidenta cuando se muestra dispuesta a que haya reparto de utilidades. Así que en lo central estamos de acuerdo: lo que no compartimos es cómo abordamos el tema.
Al no tener fuerza de ley, ¿cree que el mecanismo perdió su espíritu?
No, sobre todo porque así planteado puede alentar el conflicto. Si, como bien dice la Presidenta, esto hay que discutirlo en la paritaria, y allí hay una cerrada negativa, creo que en lugar de que se mantenga la baja conflictividad de estos años, va a haber una mayor cantidad de disputas.
¿Cómo recibió el discurso de Cristina Kirchner sobre el conflicto en Aerolíneas?
Ante todo, no estamos de acuerdo con que se le suspenda la personería gremial al sindicato aeronáutico. Es una cuestión grave para el ejercicio de la libertad sindical. Creo que hay otros procedimientos y ése es el extremo. Ahora bien, si de verdad no se respeta la conciliación obligatoria, el Ejecutivo está en todo su derecho a establecer una sanción de este tipo, porque hasta para aquel hombre que se sube al ring hay reglas: si uno pega por debajo del cinturón, queda descalificado. De todas formas, no creo que haya un gobierno que esté reaccionando con métodos militares, como ha manifestado (Ricardo) Cirielli. Me parece un disparate. No se puede comparar una cosa con la otra.
¿Cómo se resuelve el conflicto, entonces?
Nuestro pedido de volver al diálogo implica dos cosas: el directorio de la empresa no puede elegir la interlocución gremial bajo ningún punto de vista, y los sindicatos no pueden elegir la dirección de la empresa. Si tenemos eso en claro, la cosa tiene que funcionar bien.
Una versión periodística dice que el Gobierno está estudiando la posibilidad de declarar servicio público esencial al transporte aerocomercial, de manera tal de limitar los paros.
La cuestión con los sectores del transporte es de mucha sensibilidad. Una interrupción del transporte, y lo hemos vivido en los paros del subterráneo, provoca una reacción generalizada entre los usuarios, que también son trabajadores. El caso aeronáutico es distinto, porque el hombre de a pie no utiliza ese medio de transporte. Por supuesto que la paralización del servicio aéreo genera un alto impacto, pero es una situación que se da tanto en la Argentina como en París. Hay que darle cierta dimensión a la discusión.
¿La discusión en Aerolíneas es gremial o pesa más el componente político?
Se desarrolla en ambos términos, pero insisto en que tiene que haber un diálogo equilibrado donde aparezcan el papel de los sindicatos y el del directorio.
¿Cómo es hoy la relación con Mariano Recalde?
Con él mantuvimos una relación desde antes que fuera funcionario electo en cuestiones del mundo laboral, pero el vínculo más directo se da con los sindicatos específicos, es decir, con los aeronáuticos.
Y esa relación, ¿es buena?
Hay una tensión natural que se ha dado durante estos días, pero nosotros decimos que las soluciones deben partir de la mesa de negociaciones. Aerolíneas Argentinas es un ícono: muchos de nuestros sindicatos -que incluyen trabajadores que nunca van a volar-hemos gastado zapatos, movilizaciones, hemos perdido horas extras y premios para que Aerolíneas vuelva a ser de bandera nacional. Esto tiene que obligar a todo el mundo a reaccionar con la mayor lógica.
¿Existe el peligro de que el caso de Aerolíneas se replique dentro de otros gremios?
No, porque este caso tiene componentes especiales. Además, responde a la falta de inteligencia de los compañeros que no pudieron armar una coordinadora. La multiplicidad de identidades atenta contra la unidad sindical y contra la búsqueda de soluciones.
Las señales que dio el Gobierno luego de las elecciones, ¿pueden leerse como un punto de inflexión?
Indudablemente se aproxima una etapa diferente. La Presidenta ha nombrado mucho la palabra “innovación”, y nosotros tenemos que recurrir a elementos y procedimientos que den cuenta de los nuevos desafíos que se avecinan. Pero voy a repetir algo que ella misma dice: que no nos miren tanto por lo que decimos sino por lo que hacemos. Y lo que hemos hecho a lo largo de todo este período está siempre apuntalando al gobierno nacional.
Algunos sectores hablaron de una supuesta reconstrucción del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) para enfrenar “la ofensiva del Gobierno”.
No tiene ningún sentido. Formé parte de aquel pelotón de mando, pero sería un retroceso volver al Movimiento de Trabajadores Argentinos. Estamos frente a otra etapa. Creo que el movimiento sindical que se avecina no puede quedarse discutiendo únicamente si Moyano está o deja de estar.
¿Qué temas deben tratarse en esta nueva etapa?
Primero tenemos que dar una respuesta al tema del trabajo no registrado, a los compatriotas que todavía no tienen convenio colectivo de trabajo, aguinaldo o seguridad social. Pero, lamentablemente, todo este barullo no deja ver lo que hemos presentado, porque (Julio) Piumato, cuando estuvo en el Parlamento, presentó un proyecto para abordar el tema de la tercerización que hasta ahora no levantó nadie, ni el poder Ejecutivo. Sería bueno que alguien lo levantara, porque en el tema de la tercerización aparecen casos como el de (Rubén “El Pollo”) Sobrero o la trágica muerte del hombre del Partido Obrero en Constitución.
¿Nota que el Gobierno no los está apoyando lo suficiente?
No lo sé. Lo que digo es que hay un proyecto que estaría bueno que promovamos, ya que les daríamos una respuesta a cientos de miles de trabajadores que están en esas condiciones.
¿Qué otras deudas pendientes debe impulsar la CGT?
Cuando discutimos el mínimo no imponible, no es porque no queramos pagar los impuestos: así se lo he manifestado a la Presidenta. Queremos discutir una nueva formulación porque no nos parece justo que un hombre que tenga un ingreso importante pague un gravamen y otro que hace operaciones financieras no pague absolutamente nada. De hecho, la corrida bancaria no la promovieron los compañeros que pelean por el mínimo no imponible, sino quienes tienen una posición dominante en el mercado financiero.
¿Qué significa esto en términos concretos?
Como dice la Presidenta, con los números arriba de la mesa: mi hermano trabaja en un taller de la industria plástica, gana seis mil pesos y no cobra la asignación familiar porque se paga hasta los 5.200 pesos. Está claro que este tipo de discriminaciones genera mayores costos que beneficios.
¿Cómo se ve la discusión salarial de cara a 2012?
Esto lo he escuchado solamente del sector empresario. La Presidenta no dijo nada en la UIA, el ministro de Trabajo tampoco ha señalado nada, y son las dos autoridades más relacionadas al universo laboral, de modo que estimo que se va a apelar a la madurez.
¿Manejan algún número en el sindicato?
Nadie va a decir hoy cuál es el porcentaje que va a pedir, ni va a salir a decir que debe existir un porcentaje o limitación.
¿Le preocupa que hace un tiempo la Presidenta no convoque a Hugo Moyano?
Soy de los que piensan que hay que agotar al máximo la capacidad de dialogar y encontrar soluciones, pero al mismo tiempo digo que el diálogo por sí solo no funciona, tiene que haber una predisposición a encontrar soluciones tanto del sindicalismo como del propio Gobierno. Sentarnos a dialogar sin avanzar tampoco tiene mucho sentido.
¿Qué cree que debe hacer la central en este marco?
El Congreso de la CGT no puede encerrarse nada más que a discutir candidaturas, sino que debe sesionar para debatir cosas como la integración sudamericana y una plataforma de reivindicaciones. Si no lo hacemos, vamos a quedar por detrás de la oposición política, no solamente en relación con el Gobierno sino también en nuestra relación con la sociedad. Espero que esto sea valorado por la CGT en su próximo congreso.
¿Qué va a pasar con la CGT el año que viene?
Si veo la recuperación de derechos y de conquistas a favor de los trabajadores de los últimos ocho años, más la actitud coherente que se tuvo antes de 2003, sumado a que voten todos los trabajadores, creo que Moyano tiene una amplia adhesión. Ahora, si esto se reduce a una disputa para ejercer un liderazgo, donde levantemos la mano a un determinado candidato, no va a servir y no va a contar con esa adhesión.
Entre los postulantes a conducir la central están el propio Moyano, Antonio Caló y usted. ¿Existe alguna diferencia entre ustedes?
En el discurso podemos expresar lo mismo, lo que no podemos dejar de ver es el comportamiento que se ha tenido. A un candidato ya lo conocemos. A los otros, todavía no.