Categorías
Periodismo CATEGORÍAS: Ciudades MEDIOS: Cenital Urbanismo

El superpoder del jacarandá: qué pueden hacer los árboles frente al calentamiento global

A medida que crece el cemento, se achica la proporción de verde en las ciudades. Un recorrido por los planes de arbolado en Mendoza, Rosario y Buenos Aires.

por Federico Poore
Cenital, 29-11-2024

En noviembre, Buenos Aires se convierte en una de las ciudades más lindas del mundo gracias a los jacarandáes y tipas que inundan las veredas con una lluvia de colores violetas y amarillos. Ambas especies fueron traídas desde la zona de las yungas —Jujuy, Salta, Tucumán— por el paisajista Carlos Thays, movimiento que sugiere una cuidadosa planificación que hoy encuentra nuevos desafíos.

Según el último censo de arbolado, la capital argentina cuenta con 432.000 ejemplares, de los cuales el 85% se ubican sobre las veredas y los restantes en los espacios verdes de la ciudad.

Las especies más comunes que podemos ver en las veredas porteñas son el fresno americano, el plátano y el tilo, mientras que en cuarto y quinto puesto aparecen el jacarandá y la tipa. En los parques y plazas, lo más habitual es encontrar eucaliptos, tipas blancas, jacarandás y palos borrachos rosados. Pero no todos los árboles funcionan bien en el entorno de la ciudad: como reconoce el Gobierno porteño, los ejemplares deben presentar adaptabilidad al clima urbano, poseer un tamaño y una forma adecuada y ser resistente a las plagas.

“Hay que tener en cuenta que los árboles en la ciudad ofrecen servicios ecosistémicos y que cada especie puede ofrecerlos en mayor o menor magnitud”, me dice Carlos Anaya, especialista en arbolado urbano. Y agrega: “Debemos elegir especies en función de los problemas que queremos mitigar. Por ejemplo, en una zona fabril lo ideal es plantar árboles cuyas copas tengan la capacidad de atrapar particulado en sus hojas. Hay que respetar el axioma básico de la arboricultura: plantar el árbol correcto en el sitio correcto”.

Anaya, que además es ingeniero agrónomo, completa su mirada con un audio de Whatsapp. “Hoy se están plantando ejemplares de muy mala calidad y de una sola especie, al menos en áreas como la Comuna 6 (Caballito). Y todo lo que están plantando a esta altura del año en la ciudad es jacarandá, lo que tiende a convertir la ciudad en un monocultivo”, dice. “La Ciudad debería estar trabajando en la incorporación de nuevas especies que se adapten al cambio climático”.

Las tipas cubren las veredas de Plaza San Martín, en el barrio porteño de Retiro. Foto: Federico Poore

Más nativas y menos alérgicas

Fabio Márquez, licenciado en Diseño del Paisaje y conocido por su trabajo de divulgación en redes (desde su cuenta Paisajeante), suma otra perspectiva al debate. “Una mirada ambiental supone favorecer una mayoría de especies nativas, que además son soporte de biodiversidad, pero hay una negación con respecto a eso. Las comunas prefieren comprar especies exóticas en viveros”, dice. Las Comunas son la autoridad de aplicación de la Ley de Arbolado.

Para Márquez, tampoco está bueno que en determinados sectores de la ciudad se esté eligiendo plantar árboles demasiado grandes para el entorno. «Siempre hay que pensar el árbol correcto para el sitio correcto», sostiene. 

“Una cosa es cuando las plantaba Thays porque no había casi tránsito vehicular, pero otra es que se planten ahora en calles con líneas edificadas de seis pisos de altura. Así los árboles no pueden desarrollarse, les terminan ‘achurando’ las copas y al final se vuelven vulnerables a tormentas como las de diciembre de 2023, porque pierden el equilibrio mecánico”, explica.

Otro tema es que algunos árboles, como el plátano y el fresno (el individuo macho, en particular), generan alergias y causan tos y rinitis. Si bien el fenómeno no justifica la poda o remoción de los ejemplares existentes, Márquez considera que esas especies deberían dejar de plantarse. 

Tanto Márquez como Anaya coinciden en que, si bien es loable que la Ciudad de Buenos Aires cuente con su propio Plan Maestro de Arbolado Urbano, la forma en la que se ejecuta (a menudo en tensión con las prácticas de los ministerios de Infraestructura y Espacio Público) termina yendo en contra de sus objetivos.

Así y todo, la capital argentina está mejor posicionada que buena parte de los partidos del Gran Buenos Aires, donde a menudo y ante cada nuevo desarrollo inmobiliario el municipio “permite que se tiren árboles abajo a cambio de plantar 15 árboles nuevos que nunca sabés donde se plantan”, según cuenta Márquez. “Por supuesto que en esos distritos no hay ningún plan maestro. Pero además hay una carencia total de recursos económicos como para contratar profesionales idóneos, por lo que el tema arbolado queda al final de la cola. Falta plata”.

Desde un lugar más activista consulté a María Angélica Di Giacomo, cofundadora de la asociación Basta de Mutilar Nuestros Árboles. “Para pensar qué árboles plantar hay que conocer el lugar. Es fundamental tener en cuenta si formará parte del arbolado de alineación o de una cortina arbórea para disminuir la contaminación del aire, la visual y la sonora a la vera de autopistas, rutas o vías de ferrocarril, si será plantado en un espacio verde, en un sitio de protección histórica, si se trata de una plaza, parque, plazoleta o derivador de tránsito”, dice.

“En el caso del arbolado de alineación se eligen árboles de una magnitud que sea acorde con el ancho de vereda y el arbolado circundante, que sea caducifolio para que el sol llegue a los edificios y veredas en invierno y dar sombra en verano, lo que influye en la regulación de la temperatura y el menor gasto en energía”, agrega.

Otros temas que requieren de una cuidadosa planificación son: la edificación circundante, los otros árboles en su entorno, la orientación del asoleamiento, la tipología de la calle, la protección ante vandalismo y la eventual expansión de las raíces.

Tierra del sol y del buen vino

Un ejemplo casi modélico lo ofrece la ciudad de Mendoza y los motivos hay que buscarlos en la escala histórica del desafío de esta provincia, que se propuso convertir el desierto en un oasis.

“Siempre hemos tenido problemas con el agua en Mendoza y siempre pensamos en cómo sobrevivir a este sol. La ciudad siempre tuvo este rasgo de sostenibilidad porque es una provincia árida. Cuando te falta un recurso vital como el agua tenés que proteger ese recurso. Y los árboles brindan un servicio ecosistémico a las ciudades”, explicó Graciela Marty, directora provincial de Unicipio (el organismo que coordina las políticas públicas de siete municipios del área metropolitana) al diario Los Andes.

Sólo el Parque San Martín, que tuve el placer de visitar hace algunos años, ofrece 38 mil árboles de 263 especies diferentes. Su aporte no es solo paisajístico sino también ambiental. Al Gobierno provincial le gusta recordar que el parque fue concebido como un instrumento dentro de la política sanitaria de la provincia, “siendo pioneros en la estrecha relación entre ambiente y salud pública”.

Este año, la FAO de Naciones Unidas galardonó al Gran Mendoza por su arbolado público, lo que le permitirá acceder a financiamientos internacionales para mantener y aumentar su número de árboles. Pero la ciudad no puede dormirse en los laureles.

“Más del 90% del arbolado público está mal implantado”, sostuvo el arquitecto Mario Alba, titular de la cátedra de Ambiente y Paisajismo de la Universidad de Mendoza, al diario El Sol. “Por la poca profundidad, el cepellón de las raíces es poco estable y a eso se le suma una copa muy alta y otros problemas colaterales como la falta de agua y el exceso de poda por el tema del cableado que se ha desatado en los últimos 25 años”.

La Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial de la provincia produce cartillas educativas con buenas prácticas para cuidar el árbol urbano, por ejemplo no pintarlo (dato que desconocía: la pintura no combate insectos y además intoxica al ejemplar) o no cementar en exceso, para no afectar el desarrollo de su sistema de anclaje y absorción.

Cambiar verde por ‘seguridad’

Por estos días, Rosario comenzó a discutir una nueva ordenanza de arbolado público. El debate se da en un marco difícil, marcado por el avance de las iniciativas privadas sobre el espacio público y la necesidad de buenas políticas de adaptación a la crisis climática.

El santafesino César Massi, “cultivador serial de árboles” y divulgador de temas asociados, sintetizó los grandes problemas a abordar en un muy bien hilo de X.

“Necesitamos sombra y bajar la temperatura de la ciudad. Hacer una ciudad más vivible, con mejor calidad de aire y un paisaje urbano agradable”, explicó Massi. “No será sencillo en los próximos años. Los árboles son seres vivos y también sufren vivir en medio de una ciudad cada vez más caliente”.

Este naturalista especialista en plantas nativas alertó sobre tres problemas:

  • Las constructoras (no todas, aclara) han instituido la regla “edificio que se hace, árbol que se va”, por derecha o por izquierda.
  • La “poda por inseguridad” que en los últimos años mutiló buena parte del arbolado para que se vean las luces LED instaladas por los gobiernos locales.
  • “El descontrol del trabajo en veredas por contratistas y empresas de servicios”, que deterioran el anclaje con cortes constantes de raíces.

“Deberíamos cuidar la integridad del arbolado urbano y centrar una nueva ordenanza en eso: cuidar ejemplares sanos, no llenar de huecos las alineaciones, mantener bien, planificar pensando en la resiliencia, ensayar mucho, reemplazar rápido aquellos ejemplares riesgosos o con problemas”, sintetizó Massi. “Una gestión correcta no debería demorar medidas urgentes por miedo a los escraches, menos en un contexto de crisis climática y fenómenos meteorológicos más extremos”.

La Municipalidad de Rosario dice que las áreas más afectadas por hechos de violencia «ameritan una vinculación virtuosa entre el alumbrado público y las actividades de conservación». Foto: Municipalidad de Rosario

Epílogo y proyecto

De regreso en Buenos Aires, Fabio Márquez alerta sobre una cuestión de fondo que explica por qué muchas ciudades tienen una mala gestión del arbolado público.

“Lo más caro de un árbol no se mide en plata sino en tiempo. Un ejemplar bien elegido y bien plantado va a lograr cumplir sus funciones paisajísticas recién en 12 o 15 años”, ilustra. “Esto quiere decir que el arbolado es uno de los bienes urbanos con menos oportunismo electoral. El árbol correcto que plantaste hoy es un palo, y su potencial recién se verifica cuando ni te acordás quién fue el intendente o el jefe de Gobierno que lo plantó”.

Márquez, Di Giacomo y una treintena de asociaciones presentan hoy en la Legislatura porteña un proyecto de bosque urbano que propone la creación de un organismo descentralizado dedicado a la planificación, gestión y monitoreo del arbolado urbano y que tenga por objetivo atenuar los efectos del cambio climático y contrarrestar el efecto isla de calor en un marco general de disminución de áreas verdes.

El proyecto es el resultado de un año de trabajo que incluyó una jornada pública sobre arbolado en el marco del Día Mundial del Ambiente. “El interés ciudadano fue tal que tuvimos que cerrar el formulario de inscripción una semana antes del evento porque el número de personas que deseaban asistir superó ampliamente la capacidad del Salón Montevideo”, dijo Di Giacomo. “La repercusión fue una clara muestra de cuánto le preocupa el arbolado urbano a la ciudadanía”.

Enlace

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *