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Entrevista a Martín Sivak

«Clarín sobrevivió, pero eso no es ganar la guerra»

por Federico Poore

Con Clarín: la era Magnetto, el segundo volumen de la exhaustiva historia del diario, el periodista Martín Sivak cierra un trabajo de siete años. El libro, riguroso y bien documentado, es más que bienvenido en un momento en el cual la relación entre los medios y la clase política es a menudo discutida de modo superficial.

El libro cubre la historia del diario, de la Guerra de Malvinas hasta la primera presidencia de Kirchner. Durante esta etapa, sostenés, el diario se moderniza y gana influencia. ¿Cómo se da este proceso?
La modernización periodística del diario no está tan ligada a la necesidad de aumentar ventas. Desde que se van los frigeristas en adelante tiene lugar una disputa en la redacción. A diferencia de Magnetto, [Marcos] Cytrynblum entendía que el éxito comercial implicaba que el diario no necesitaba grandes aggiornamientos. Durante toda la década del ochenta, Magnetto ve la necesidad de expandirse (y a partir de este conflicto sordo), se va dando la decisión de modernizar el diario, proceso que comienza con la legalización de Radio Mitre. La renovación del diario incluye la incorporación de temas como derechos humanos, que antes no estaban tan presentes. Eso hace que Clarín tenga, desde mediados de los noventa, un récord de ventas, un prestigio y una influencia que nunca más tuvo.

La renovación en Clarín tiene lugar antes que La Nación, que ocurre –me parece– más a mediados de la década del 2000.
Claro. En la década del ochenta hay un arrevistamiento de todos los diarios. Clarín, como siempre, llega un poco tarde. Tiene un gran impacto, además, la salida de Página/12, un diario con otro lenguage, con otros temas. Como respuesta sale el suplemento Segunda Sección para sacarle lectores. Hay un límite: que Clarín no podía ir tan de punta contra el gobierno de Menem. Clarín actúa con estrategias defensivas. ¿Por qué sacó Olé? No quería que Atlántida sacara un diario deportivo. ¿Por qué entra a Página/12? No quería que un jugador mayor lo comprara. Pero no hay un consejo de notables que dice “vamos a cambiar el diario”, tiene más que ver con un estilo muy agresivo que es parte de la cultura de tres accionistas: Magnetto, [Lucio] Pagliaro, [José] Aranda. Por eso todos los empresarios de medios tienen una relación tan complicada con el grupo.

¿Creés que el diario fue más agresivo con Alfonsín que Alfonsín con el diario?
Alfonsín respondió en tres casos extremos. El caso [de Enrique] Pescarmona, a quien Clarín dio por muerto; la entrevista a [Raúl] Guglielminetti, que bordeaba la extorsión; y el famoso discurso del mercado de Flores donde discute el modo en que Clarín cubrió las últimas noticias sobre desempleo. Pero para no idealizar su figura hay que señalar que Alfonsín estaba muy cómodo con la supremacía de los medios estatales, que manejaban las distintas líneas internas de su partido. Al mismo tiempo veía una actitud muy hostil de Clarín, vinculada a la fijación de Magnetto con la derogación del Artículo 45 [de la vieja Ley de Radiodifusión que le impedía a los dueños de un diario tener también medios audiovisuales]. Sin embargo, le permitió a Clarín desembarcar en Radio Mitre en la primavera del ‘85, tras intentar meter a la Coordinadora. Es decir que tuvo una política con muchos matices. Es cierto que mantuvo las formalidades –se veía con los principales columnistas políticos– y rechazó los planes de guerra que le acercaron distintos funcionarios para contestar con más énfasis lo que se publicaba en el diario. Alfonsín eligió una salida a la italiana: “no voy a privatizar a los canales, voy a un modelo mixto donde la política controla los canales del Estado”. Pero no hubo un pacto secreto entre Menem y Magnetto para privatizar los canales: todos los principales candidatos en el ’89 estaban a favor de la privatización. Menem ingenuamente pensó que la privatización iba a garantizar el acompañamiento [a su gobierno], de ahí la decepción en el ’92-’93 cuando Clarín no responde de acuerdo a sus expectativas. Y hay momentos de conflicto: hasta el propio Menem amagó con una Ley de Medios anti-trust en el ’93, impulsó la expansión del [conglomerado] CEI.

En los primeros años de la era Menem también se destaca el apoyo que el diario diario le da a los indultos. Pero ese apoyo, decís, no es una devolución de favores por Canal 13.
En la década del ochenta, Clarín no publica editoriales sobre temas militares. Eran críticos del Juicio a las Juntas y no lo dijeron. No defendieron enfáticamente al gobierno de Alfonsín durante el levantamiento de Semana Santa y no lo pusieron en una editorial. El primero es para apoyar los indultos. Magnetto sostiene que los indultos fue una de las mejores decisiones de Menem, que los hubiera apoyados sin Canal 13. No existe una cosa tan explícita de “dame y te doy apoyo” sino se da por sutilezas, sugerencias y tensiones. El mejor ejemplo es [Eduardo] Bauzá: era el conciliador pero financió una novelita de un ex periodista de Clarín para develar secretos ocultos del grupo.

Sin embargo, algunas decisiones parecen estar muy ancladas en lo material. De la Rúa, según contás, disfrutó del mayor período de gracia jamás otorgado a un presidente por un motivo económico: el sostenmiento de la convertibilidad.
Lo que sucede con De la Rúa es que por ese momento, ser antimenemista le permitía al diario ganar prestigio, influencia y reconocimiento. En ese momento, además, había una hegemonía de la izquierda cultural: Raúl Zaffaroni, Horacio González, Horacio Tarcus tenían una presencia muy fuerte. Y es cierto: Clarín impulsa al gobierno de la Alianza porque tenía una deuda en dólares muy grande –por lo que del ’99 al 2007 se da un período de oficialismo permanente– pero también porque elige convertirse en un sostén de la gobernabilidad.

A propósito de esta idea de que el diario en aquel momento era culturalmente de izquierda, Clarín argumenta “nosotros no cambiamos, fue el gobierno el que cambió”. Sin embargo hoy, culturalmente, es más conservador.
Es un muy buen punto. En ese momento escribían Ernesto Laclau, Rafael Bielsa… pero al calor del conflicto [con el kirchnerismo] el diario se hizo más conservador y hasta anti-populista. Para que te des una idea, el gobierno usa el concepto “populismo” en todo el mes previo al golpe militar [de 1976]; luego deja de usarlo y el término sólo vuelve, con énfasis, como respuesta al kirchnerismo. Otro tema: Clarín era un diario muy diverso, que le ofrecía muchos matices a su público. Esto se fue perdiendo con el periodismo de guerra. Me parece notable como el conflicto lo fue llevando a ser un diario mucho más enojado. Clarín no era un diario enojado. Esto también fue teniendo lugar al calor de los ataques y del hostigamiento [del gobierno], que no fue solo empresarial, porque el conflicto también afecto a muchos profesionales. Kirchner, al igualar a Magnetto con los redactores en varios de sus discursos hizo exactamente lo opuesto a lo que hizo Perón, que con el estatuto del periodista quiso ganarse las simpatías de los trabajadores dándoles más beneficios.

Sergio Massa también lo atacó a Fernando Amato diciendo que lo había mandado Szpolski. Una marca de la época: identificar al laburante con el medio para el cual trabaja.
Kirchner insistía con el “te mando tal o cual”… Cualquiera que trabajó en una redacción sabe que esas cosas pueden pasar, pero también que son muy infrecuentes y que las personas que lo hacen son fácilmente identificables.

Un mito que derribás es Clarín como lobbista devaluador. En 2002 Clarín necesitaba, en todo caso, una pesificación asimétrica.
[El ex ministro de Economía Roberto] Lavagna sostiene que Clarín pidió un seguro de cambio, es decir, que el Estado absorba parte de su deuda, algo en lo que Clarín no estuvo solo: según Lavagna y [el ex ministro de Economía] Remes [Lenicov] muchísimos empresarios lo pidieron. Por otro lado, la pesificación asimétrica resolvía el problema de Techint, pero no tanto el de Clarín, la movida resolvió el 10 por ciento de su deuda. El problema mayor fue la deuda afuera, fruto de la “cultura Pac-Man” de Magnetto de comprar y endeudarse durante la década del noventa.

A partir de tu riguroso trabajo historiográfico hay un mito popular que sí confirmás: que Clarín no cubrió los cacerolazos en 2002.
En enero de 2002, Clarín va de la mano de todo el sistema político: recuerdo que los políticos estaban aterrados por las asambleas y los escraches. A las asambleas las trataron como un fenómeno externo, alguna nota en el suplemento Zona que lo mostraba casi como un pasatiempo de la clase media. La consecuencia del oficialismo con el gobierno de Duhalde fue la famosa tapa “La crisis causó dos nuevas muertes”, una de las más desafortunadas de todo el período. Pero no es Magnetto digitando: es la lógica del diario.

No haber visto la secuencia completa de las fotos [del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán] parece más la consecuencia de malas rutinas de producción que de una conspiración de cúpulas.
Por supuesto, la participación de Magnetto en el día a día del diario está sobredimensionada. Te doy un ejemplo: en enero de 2015, la semana después de la muerte de [Alberto] Nisman, entrevisté a Magnetto y de las tres de la tarde a las ocho de la noche no habló con nadie. El CEO tiene delegados que saben lo que quiere el diario.

Néstor Kirchner, como Menem, se propuso inicialmente seducir al diario con favores, pero en la presidencia de Cristina Kirchner (como en la segunda de Menem) las relaciones con el diario cambiaron violentamente. ¿Coincidís con esta lectura?
En el caso de Kirchner me parece que este cambio es mucho más marcado, sobre todo la idea de Cristina de gobernar contra Clarín. Por otro lado la interacción de Kirchner desde hacer lobby para que un determinado redactor lo acompañe en un viaje hasta los temas grandes con Magnetto refleja una obsesión de Kirchner.

Como lector, ¿cuál dirías que fue el mejor y el peor año de Clarín bajo la dirección de Magnetto?
El mejor tiempo de Clarín fue el ’94, ’95, ’96. El peor el del ’82, por la manera en la que acompañó Malvinas y por la transición forzosa que hizo sin explicar los siete años previos. Es muy chocante. Sin ser de izquierda, La Prensa y el Buenos Aires Herald tuvieron otros modos de relacionarse con el régimen militar. Clarín optó por uno. El argumento de Cytrynblum – de que La Prensa y el Herald tenían audiencias chicas y por ende más margen – me parece muy pobre. El Clarín del ’82 es un Clarín muy tramposo.

¿Crees que Clarín ganó la guerra contra el gobierno?
No, para nada. Lo primero que quedó claro es que el objetivo del gobierno no fue la desconcentración del mercado de medios: hoy tenemos un mercado que sigue siendo concentrado, con una “democratización de las voces” que no ha ocurrido más allá de la retórica y algunas radios comunitarias. Lo central de la política de medios fue atacar la credibilidad del Grupo Clarín y afectarlo económicamente. Eso se dio con total éxito. Ahora bien, a pesar de que el gobierno volcó todos sus esfuerzos en contra del grupo, obligó a empresas a que no pauten en sus medios, toda una serie de cosas que son completamente ilegales, Clarín sobrevivió: mantiene sus audiencias, gana dinero con el cable. Sigue siendo rentable económicamente, sí. Pero no diría que eso es “ganar”.

Crédito de la foto: Mariano Fuchila
Una versión de esta entrevista se publicó en la contratapa del Buenos Aires Herald el 26 de julio de 2015. 

Por Federico Poore

Magíster en Economía Urbana (UTDT) con especialización en Datos. Fue editor de Política de la revista Debate y editor de Política y Economía del Buenos Aires Herald. Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), escribe sobre temas urbanos en La Nación, Chequeado y elDiarioAR.

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