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Entrevista a Alberto Sileoni

El ministro de Educación, Alberto Sileoni, analiza el nuevo escenario nacional y evalúa el rol de los bloques opositores durante los próximos cuatro años.

por Federico Poore
Debate, 19-11-2011

El Ministerio que conduce fue una de las instancias de articulación de algunas de las políticas más emblemáticas del gobierno de Cristina Kirchner: la Asignación Universal por Hijo, la entrega de netbooks en escuelas públicas y el aumento de la inversión educativa medida en relación al Producto Bruto Interno.
En esta entrevista con Debate, Alberto Sileoni rescata estas medidas y celebra el consenso obtenido, aunque también se anima a pensar los desafíos y las deudas pendientes de un sistema escolar que colapsó con la crisis de 2001, cuyas secuelas sociales perduran más allá del buen pasar económico del país. Además, analiza el resultado obtenido por el kirchnerismo en las urnas y señala a Mauricio Macri como el verdadero opositor -“de centroderecha”- al gobierno nacional. “Hermes Binner tiene votos más volátiles”, asegura.

¿Qué balance hace de las elecciones del 23 de octubre?
Más allá de la alegría y de que fueron anunciadas, la ciudadanía optó por un camino virtuoso, por un gobernante que hizo mucho por hacer coincidir el decir con el hacer, y que no promete lo que no puede cumplir. Tanto Cristina como Néstor Kirchner le han hablado con mucha sinceridad a la gente. Han sufrido los embates de una oposición muy desorientada, que a veces hizo cosas poco positivas, de mucha maldad. Cristina tranquilamente podía haber hecho un mandato correcto, prolijo, con los grandes números funcionando, sin padecimientos… no te digo haciendo la plancha, pero peleándose “un poquito”. No fue el camino elegido. El camino fue ir hasta el hueso, discutir ese poder, el poder del campo, de los grandes poderes permanentes. Y de todo eso, como si estuviese exhibido en un gran friso, la sociedad fue tomando nota. También vio que algún medio mentía, y que medias verdades son mentiras completas.

¿Por qué cree que sucedió esto?
Hago una suerte de pequeño ejercicio: si no hubiese ninguna otra fuente de información, y lo único que quedara para un historiador dentro de cien años fuera un par de diarios, los que ya conocemos, la imagen que verían de este país en este momento sería atroz. Ocurrió algo casi diametralmente opuesto, más allá de a quién haya votado cada uno el 23 de octubre: no han sido tiempos atroces sino tiempos de libertad, prosperidad y recuperación de banderas que el movimiento popular había perdido, como los derechos humanos. Han sido tiempos donde la Argentina no se ha ido del mundo y ha hablando con una voz propia.

¿Cree que una de las fallas de la oposición consistió en su lectura a todo o nada, sin grises, del kirchnerismo?
Sí, aunque quiero destacar que el análisis siempre es relacional: no hay oposición en vacío. La oposición ha quedado inerme porque el Gobierno le sacó todas las banderas. Lo digo con cierta objetividad: éste es un gobierno inocultablemente bueno. Tomemos los centenares de discursos de Néstor y los centenares de discursos de Cristina: en ninguno te están vendiendo el paraíso, no están diciendo que esto es Disneylandia. De hecho, Néstor tenía la imagen de “salimos del infierno”. A nosotros, cuando nos preguntan, decimos que estamos mejor en educación, pero no te digo “Uf, satisfechos, esto es Finlandia”. Tenemos que remar mucho. Mirás para atrás e hicimos, pero mirás para adelante y queda más.

¿Quién piensa que puede ocupar hoy el liderazgo de la oposición?
No sé si se puede hablar de tercios, pero me parece que la centroderecha tiene un representante, que puede exhibir un nuevo triunfo en la Ciudad de Buenos Aires. Aunque es cierto que quedó como un triunfo municipal; en los últimos días de octubre terminamos discutiendo quién ganaba en Vicente López (risas). Una discusión chiquitísima frente a una elección nacional. Macri es una cabeza. Por supuesto, advierto como cualquiera que Binner ha tenido una elección que no es mala, pero allí tiene votos que son más volátiles, que son votos que antes estuvieron en otras cabezas, como la de la doctora Carrió, que si mal no recuerdo en 2007 salió segunda. Entonces ahí hay un voto que puede haber calificado positivamente a Binner y a su campaña, pero también es un voto opositor.

¿En qué sentido?
Nosotros hemos registrado en la Ciudad de Buenos Aires un voto en agosto a Duhalde-Pinedo, que en octubre fue Binner-Pinedo, una suerte de voto útil donde el pensamiento es “quién es aquel mejor perfilado para pelearle a la Presidenta porque yo no quiero que la Presidenta vuelva a ganar, entonces le pongo el voto a Binner”. Pero tal como se lo puso con ese razonamiento mañana se lo puede poner a otro.

Su lectura es que no hay en el país un 17 por ciento de socialistas convencidos.
Creo que no los hay. Me parece, en cambio que Macri concita un voto de centroderecha. Ahora, mientras haya un proyecto tan potente y tan representativo de los intereses del pueblo va a ser difícil construir una oposición, pero debería pensarse de manera más inteligente. Después de octubre no hubo una sola aparición de la oposición que permitiera pensar que está recuperándose, reconstruyendo un proyecto político alternativo.

En este escenario, ¿cuáles son los principales desafíos del gobierno nacional?
Se viene un año de cierta dureza. Hay que trabajar la impaciencia social. Vamos a seguir creciendo, pero quizás más contenidamente. Los aumentos salariales tendrán que responder también a un tiempo de mayor estrictez y contención. Tenemos que mejorar aspectos educativos. Tenemos que seguir avanzando en la distribución del ingreso. Como dice la Presidenta, “mientras haya un solo pobre no habremos de pagar la deuda que tenemos con la sociedad”. Me parece que estamos cerca de haber abatido el hambre extremo y creo que esas escenas de profundo dolor forman parte del pasado de la Argentina. Pero tendremos que mejorar el transporte, tendremos que tomar una serie de caminos… Cada ministro dirá el suyo.

¿Qué pasa en educación?
Tenemos que mejorar los aprendizajes. Haber construido 1.800 escuelas, tener 1.800.000 netbooks, más de cuarenta millones de libros, mejores salarios, todo eso es calidad. Forma parte de un continuo que hace que los alumnos estén mejor y que los docentes vayan a enseñar con más ganas. El tema de la inversión, también. Algunos dirán de buena leche, y otros con inocultable animadversión: “pusieron mucha plata pero no se ve”. Y es que llegamos al 6,4 por ciento del PBI en diciembre último: probá estar diez, quince años con ese porcentaje, en una sociedad donde los padres tienen trabajo, con cierta normalidad en el entramado social, que los pibes tengan una mesa familiar. Los resultados van a darse.

Después de ocho años, ¿empiezan a verse algunos?
Ya se empiezan a ver algunos. No es cierto que en la prueba PISA (ndr: Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) nos fue mucho peor: mejoramos desde 2006. Es cierto que la anterior medición había sido mejor, pero de 2000 a 2006 lo que pasó en el medio fue el derrumbe. Entre 2001 y 2003, en algunas provincias del norte el 80 por ciento de los pibes que iban a la escuela pública eran pobres. Es muy difícil pretender resultados. No hay resultados buenos en países que tengan una mala distribución de la riqueza. Pero vamos a mejorar. Tenemos que pensar cómo hacemos para abatir la repitencia en los primeros grados, hay técnicas para eso… Nos estamos proponiendo cosas como éstas: una educación para el Bicentenario, que todos los chicos de cuatro años tienen que estar adentro del sistema para 2016. La Ley de Financiamiento Educativo tiene un artículo segundo con once incisos: los fuimos cumpliendo, pero hay uno en el que tenemos que mejorar: incorporar más escuelas de jornada completa o extendida. Queremos cubrir el treinta por ciento de las escuelas primarias, a las más pobres.

Hace algunas semanas su Ministerio anunció la extensión del ciclo lectivo. ¿Cuál es el objetivo?
En la Argentina hay pocos días de clase -hemos cumplido por 180, vamos por 190-. Entonces suponiendo que un pibe no faltara un solo día a clase en la primaria, va a estar 720 horas al año frente a su maestro y va a ver 1000 horas de tele. Pero al menos ese pibe va a tener más horas en la escuela. Porque los no pobres, y lo digo sin ironía, han “privatizado” la extensión de la jornada: lo mandás a inglés, lo mandás a deportes, lo mandás a arte….

¿En qué estado está la discusión por la Ley de Educación Superior?
Está discontinuada. Creo que tiene que ser parte de lo que se viene. Tenemos que recuperar el diálogo. Este año se suspendió porque un año electoral, con tanta carga, no parecía el mejor para discutir algo que va a generar cola. Pero entre lo que viene, viene eso.

¿Qué ejes va a tener la discusión universitaria en los próximos años?
Vienen condiciones para que los jóvenes se reciban más rápidamente. Hay demora en el egreso universitario, lo que genera dispersión de recursos. Por otra parte, la Presidenta está insistiendo en seguir alimentando las vocaciones científico-tecnológicas, las ingenierías…

¿Qué otras discusiones se deben dar en términos de educación?
Tenemos que evaluar a alumnos y docentes. Vamos a empezar con algunas evaluaciones a los maestros, vamos a hacer más exigente su formación, hacer evaluaciones de segundo, tercero y cuarto año para los jóvenes que estén estudiando para ser docentes. Han sido ocho años muy potentes para la educación. Ahora tenemos que ir por medidas un poco más finas.

¿Qué va a pasar con este sillón después del 10 de diciembre?
Una sola persona lo sabe.

Pero, ¿cuál es su intención?
Me gustaría quedarme. Mejor dicho: nos gustaría quedarnos, porque somos un equipo de trabajo grande. Porque la Presidenta nos invitó a un desafío, somos un poco el producto de aquella derrota del 28 de junio y de sus cambios necesarios. Y aunque suene un clishé, es un extraordinario honor trabajar en este proyecto político. La Presidenta tiene ideas sobre educación, conoce e impulsa los temas, discute con sus ministros… Hay un equipo muy interesante en este ministerio, pero estaremos allí donde la Presidenta disponga que estemos.

El impacto de la Asignación Universal por Hijo

El Ministerio de Educación acaba de presentar un informe sobre el impacto de la Asignación Universal por Hijo en las escuelas. ¿Cuáles fueron las principales conclusiones?
Ratifica nuestra creencia en la importancia de la Asignación. Nosotros teníamos un número bastante consolidado de los alumnos que se habían incorporado en función de la asignación universal, que son entre 130 y 140 mil alumnos, pero el informe es cualitativo y presenta una serie de testimonios muy interesantes. Por ejemplo, los maestros aseguran que gracias a la asignación hay una mayor asistencia en las escuelas.

¿Por parte de quienes ya estaban?
Claro. Por un lado está el caso del chico que no estaba pero entró. Pero también está este otro fenómeno: la asignación trajo una mayor asistencia entre todos los que ya estaban en la escuela; sobre todo, de los sectores más pobres, que tenían una relación más distante con ella, más lábil, de entrada, salida a hacer una changa, vuelta… Esto consolidó papás más cercanos a la escuela, padres que pueden pagar la cooperadora, algún papá en Chaco o Formosa que dice: “El patrón a veces paga, a veces no paga, pero lo que está firme todos los meses es la asignación”.

De acuerdo con estos testimonios, ¿a qué se destina el ingreso de la asignación?
Está la mamá que dice que la asignación es intocable: “todo lo que viene de la asignación va a parar a mis chicos”. Pero está la otra que dice: “La necesito para comprar unas chapas porque en invierno hace mucho frío”. A nosotros, ambos destinos nos parecen educativos, porque mejorar la instalación eléctrica de una casa, hacer más confortable un lugar para que estudien los chicos, comer y vestirse mejor, también tiene que ver con educación. Alguna mamá dice que, con eso, puede comprarle algunas golosinas. Muchas mencionan el tema de los útiles. Los útiles fueron los primeros en caerse: siempre fueron más difíciles de comprar los de dibujo, los de actividades prácticas: esas cosas más caras volvieron.

En definitiva, ¿cuál es el principal cambio que observa en la escuela pública argentina de los últimos años?
Un fenómeno que resalto es que el eje de la escuela se ha vuelto a centrar en el aula. La escuela es la única institución que tiene como cometido enseñar. Otras instituciones pueden dar de comer, pero la escuela enseña. Y, durante un tiempo, ese eje se había distraído, el centro de la escuela había pasado a ser el comedor. Hoy, lentamente, vuelve a ser el aula. Algunos chicos van al comedor y eligen qué comer, hay algunos consumos culturales que se empiezan a ver, como por ejemplo los libros o la asistencia a Tecnópolis. Después aparecen otros que no son “culturales” en un sentido más estricto, pero que también forman parte de la recuperación de la dignidad. Algunos dicen: “Cada vez que cobramos pasamos por un comercio y nos compramos hamburguesas”.

¿Cuáles son los desafíos?
Ciertas voces son más críticas. Algunas merecen ser descalificadas a priori, como aquellas expresiones de que se lo gastan en drogas y alcohol. O de otro que decía que las chicas apuran el embarazo. Son críticas humillantes y agresivas. Pero hay otras que hay que escucharlas. Hay docentes que dicen que algunos chicos se compran celulares. Algunos papás no terminaron de advertir el valor de la escuela y tienen, en cambio, un valor mecánico, muy funcional al cobro. Ahí hay un elemento para mirar, porque de lo que se trata es de revalorizar la escuela, recuperar el valor del esfuerzo. Hoy la escuela figura como requisito. Tenemos que ver cómo hacemos para que esto no sea sólo un requisito sino una estancia activa, comprometida y participativa de los chicos en la escuela. Que no vaya a la escuela sólo para que el viejo cobre el beneficio.

La asignación fue implementada por medio de un decreto presidencial. ¿Cree que puede cobrar otro valor si se le da fuerza de ley?
(Piensa) Podría ser, pero no es un valor que llegue al usuario. El usuario está lejos de relacionar el valor de la asignación con su fuente normativa. El decreto-ley está legitimado por la sociedad y por la oposición, de hecho no se escuchan voces más allá de algunos trasnochados. El único destino de la asignación es el de crecer positivamente, que los padres empiecen a cobrar el salario familiar, del empleo protegido, decente y registrado. Quizás se pueda dar un paso más en la norma y convertila en ley, pero me parece que no le añade legitimidad.

Por Federico Poore

Magíster en Economía Urbana (UTDT) con especialización en Datos. Fue editor de Política de la revista Debate y editor de Política y Economía del Buenos Aires Herald. Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), escribe sobre temas urbanos en La Nación, Chequeado y elDiarioAR.

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