A las puertas del fallo de la Corte Suprema sobre la ley de medios, es hora de pensar las consecuencias del inédito conflicto entre el Gobierno y el grupo de comunicación que, más allá de lo que decidan los siete jueces, seguirá siendo, por amplio margen, el más grande del país. VIERNES convocó a tres de las voces más autorizadas, desde diferentes vertientes, para hablar de Clarín y del campo que dejará la batalla.
por Federico Poore
Ambito Financiero, 26-07-2013
La batalla judicial en torno a la ley de medios audiovisuales ingresa en su tramo final. Quince días atrás se conoció el dictamen de la procuradora general, Alejandra Gils Carbó, y ahora está todo listo para una sentencia de la Corte Suprema, una decisión que marcará de aquí en adelante la relación entre política y medios en la Argentina.
Con vistas a un debate que difícilmente se clausure con el fallo, Viernes convocó a Henoch Aguiar, exsecretario de Comunicaciones durante el Gobierno de Fernando de la Rúa y consultor en políticas de radiodifusión; a Pablo Llonto, autor del libro «La Noble Ernestina», una biografía no autorizada de la dueña de Clarín, y a Martín Sivak, autor de «Clarín: el gran diario argentino. Una historia», de reciente publicación, para discutir sobre la naturaleza y, sobre todo, el futuro de la relación entre el Gobierno nacional y el grupo de medios más grande del país.
Viernes: ¿El espacio de Clarín como vehiculizador o promotor de cierto sentido común de los argentinos es recuperable después de este proceso en que ello fue puesto en debate?
Pablo Llonto: Las cosas se reacomodaron y Clarín sigue teniendo protagonismo. Vivimos en un país único en términos de consumo de medios. Hoy el que tiene TDA (televisión digital que distribuye el Estado) sigue pagando el cable. Se sigue escuchando muchísima radio. Sin embargo, la repercusión de un (Jorge) Lanata muestra las características particulares de este proceso. Uno puede pensar que, efectivamente, los medios perdieron su nivel de influencia en la agenda de todos los días, pero acá esto no ocurrió. Clarín todavía tiene un peso fuerte en la agenda: el taxista me habla de Lanata y me cuesta pensar que no tiene que ver con las características de nuestra clase media. En Córdoba se siguen manejando con La Voz del Interior; en Mendoza, con Los Andes (ambos diarios del Grupo Clarín). ¿Entonces? ¿El grupo se fortaleció o perdió un par de puntos?
Henoch Aguiar: Es una reacción normal de la comunicación frente al discurso de una sola persona. Sería distinto si tuviéramos líderes regionales con un discurso audaz, además del de la Presidenta o el de Aníbal Fernández. El problema es que el modelo del Estado concentra en una sola voz las consignas políticas del día. Este modelo hipercentralizado llama a la constitución de otro, que es lo que Canal 13 hace con Lanata.
V.: ¿El poder de Clarín no ha cedido entonces?
P.Ll.: Hay que relativizar el peso electoral, porque hasta a Clarín le fue mal en determinadas apuestas. Pero en cuanto a la instalación mediática, el grupo no perdió tanto poder como creíamos y sigue siendo un factor importantísimo en la política argentina, un lugar al que los políticos miran constantemente. Lo que sí aparece es un reflejo, una conciencia política, de no creer a priori lo que dice Clarín.
Martín Sivak: Pero al mismo tiempo, los medios que responden al Gobierno también se leen con desconfianza. Hoy todos están bajo un gran observatorio.
H.A.: Deberíamos salir un poco del ombliguismo de la comunicación: los medios no generan esta desconfianza en el Gobierno, sino que es la propia política económica -inflación, Impuesto a las Ganancias- la que hoy genera estos efectos comunicacionales laterales.
V.: Más allá de que el kirchnerismo no bajó los brazos en su batalla contra Clarín y que mostró, con mayor o menor éxito, que «el rey está desnudo» y con ello minó algo la credibilidad del multimedio, lo cierto es que a cinco años del inicio del conflicto la constitución del grupo sigue intacta. ¿Es posible, o deseable, que un Gobierno desmonte este poderío económico?
H.A.: Que no se aplique la ley en materia de desconcentración de medios se explica, en el caso de Clarín, por una medida cautelar. Ahora, que alguien me explique cuál es la «voluntad de desconcentración» habiendo un monopolio mucho más fuerte en el caso Telefónica. Cuando Martín Sabbatella asumió el cargo supuse que iba a legitimar la aplicación de la ley diciendo «le exijo a Clarín lo que le exijo al resto». Pero pronto todo pasó a ser una simpática fábula…
M.S.: El fallo de la Corte no va a ser una gran victoria ni una gran derrota para nadie. Si de este proceso salen muy fortalecidos los Vila-Manzano, evidentemente estamos frente a algo grave. Se ha puesto demasiado énfasis en este fallo cuando en realidad el Gobierno no viene aplicando la ley.
H.A.: Sería muy paradójico que, por un fallo en contra de Clarín, se cumpliera ese aspecto de la ley y no todos los demás.
P.Ll.: Pero si la Corte falla a favor de Clarín no haría más que remarcar el poderío del grupo. No hay una persona jurídica en la Argentina que haya conseguido frenar una ley democrática durante todo un período presidencial. Después, sí, hay falencias políticas. A tres años de la sanción de la ley de medios deberíamos tener diez universidades con canales funcionando: no los tenemos; deberíamos tener una explosión de productoras haciendo programas en todo el país: no las tenemos. O sea que muy lindo el texto, pero falta ejecución. Aunque la falta de resolución en el tema Clarín achancha todo lo demás. Están todos pendientes de eso.
H.A.: Después hay datos curiosos. Dos semanas después de sancionada la ley y su artículo 161, se convalida en el Congreso el DNU de Néstor Kirchner que le daba diez años de prórroga a todos los medios. Una desprolijidad terrible. Después está el tema de que la comunicación audiovisual tradicional está muriendo de a poco y probablemente el terreno del pluralismo y la diversidad de voces esté cada vez más en otros modos de recepción que ni siquiera están contemplados en la ley, que tiene como entorno tecnológico el año 1995. El debate jurídico estuvo mal planteado desde el principio.
M.S.: Recordemos también que esta Corte, que eligió el Gobierno, tiene una tendencia a fallar en favor de las grandes empresas.
V.: Ha habido diferentes versiones sobre el origen del conflicto. ¿Por qué el Gobierno se pelea con Clarín?
P.Ll.: En principio, y salvo que aparezca una razón de mayor peso político, creo que el conflicto del campo inclinó bastante la balanza. Si hubo un disparador, para mí fue ése.
M.S.: Después de todos los beneficios que Néstor Kirchner le extendió al grupo durante los primeros cinco años de mandato, él hubiese esperado un tratamiento mucho más amigable. Kirchner vio tres cosas de Clarín. Primero, que su audiencia eran sus votantes. Segundo, que dada su debilidad inicial necesitaba un grupo heterogéneo de apoyos: los organismos de derechos humanos, Hugo Moyano y Clarín. Y tercero, que la política de expansión del grupo no iba a traerles conflictos a sus gobiernos. Kirchner lo dijo claramente: él iba a manejar la política mientras Clarín manejaba los medios. No hubo un «pacto»: lo que hubo, durante estos primeros años, fueron ciertas armonías -más armonías que tensiones-; por eso Kirchner vio un ataque en el tratamiento que Clarín, sobre todo TN, le dio al conflicto. Clarín, por su parte, cometió un grave error político: creyó que la crisis del campo aceleraba el final del ciclo político, lo que también contribuyó a ese tratamiento hostil. En el medio hubo una reunión entre Kirchner y Héctor Magnetto, donde Magnetto le intentó explicar que TN podía dar la idea de un país caótico, pero que eso era la consecuencia inevitable de cualquier cobertura en vivo. «Tenés que ver las coberturas de Clarín», le decía Magnetto: ahí, efectivamente, el diario planteaba que había que llegar a un acuerdo. Pero la explicación convenció más a Alberto Fernández que a Kirchner, y eso disparó la decisión del Gobierno de observar a los medios de otra manera.
H.A.: No sé si centraría tanto la raíz del conflicto en el tema del campo. En primer lugar, si bien siempre Clarín acompañó los cien primeros días de todos los gobiernos, con Kirchner el acompañamiento fue mucho más largo: duró todo su mandato. Kirchner fue el presidente que gozó durante más tiempo del ojo misericordioso del diario; tanto es así que hacia 2007 Clarín parecía mucho más oficialista que Página/12. También es cierto que aquello que el Gobierno le había ofrecido para esta pax romana era mucho más alto que lo propuesto por los gobiernos anteriores. Es cierto, Menem eliminó la prohibición que los medios gráficos tenían para acceder a radios y canales de televisión, pero la medida formaba parte de una tendencia en todos los países del mundo. Esto es muy diferente a la aprobación -la semana anterior a la cesión del mando político a Cristina Fernández- de la fusión Cablevisión-Multicanal. Semejante regalo de despedida no tendría demasiada lógica si no estuviese acompañada, en la mente del que daba, de una participación interna seria, al estilo (Sebastián) Eskenazi. El conflicto en torno a la 125 es un excelente argumento encontrado por Clarín para distanciarse de alguien que quería tener una participación accionaria dentro del medio. Recordemos que cuando Magnetto estaba siendo operado hubo un intento de compra. Esto también fue visto como una puñalada. Para mí, el conflicto venía claramente de antes y lo del campo simplemente lo saca a la luz. Además, tenía que pasar algo que le permitiera a Clarín modificar el pacto de lectura con su audiencia después de cuatro años de una línea bastante homogénea. Tenían que encontrar una manera de darse vuelta sin revelar esta pulseada interna.
M.S.: Sin duda hay un tema de política y negocios detrás de este grupo de empresarios afines que, con la ayuda del Gobierno, intentaron entrar a Telecom y luego comprar Clarín…
H.A.: … y a YPF, lo que demuestra que esto no era algo casual, sino una mecánica permanente…
M.S.: … o C5N, si se quiere, una versión a pequeña escala del intento de entrar a Clarín. Kirchner monitoreaba las acciones del grupo, pero el punto de inflexión es cuando Jorge Brito intenta persuadir a los socios de Magnetto para que vendan. No quiero entrar en cuestiones psicologistas, pero si estás haciendo un tratamiento contra el cáncer y te enterás de que el presidente de la República mandó a un banquero a comprar tu empresa, lo vas a tomar como un destrato. La compra no funcionó porque Clarín nunca ha compartido las acciones que permitirían controlar la empresa. Ahora, ¿por qué Clarín nunca usó este argumento públicamente, por qué nunca dijo que el Gobierno lo quiso comprar?
H.A.: Quizá porque implicaría un quiebre con respecto a su actual explicación del cambio de línea editorial a partir del conflicto del campo. Demostraría que ese cambio no tiene tanto que ver con su pensamiento, sino con un posicionamiento en el mercado.
P.Ll.: Quiero destacar que este reposicionamiento ideológico se produjo a partir de la crisis del campo, con el Gobierno ubicado más en la centroizquierda y Clarín más volcado a la centroderecha. Clarín podría haber sido enemigo del Gobierno, pero manteniendo su línea, no poniendo a Marcelo Longobardi o a Chiche Gelblung.
H.A.: No coincido tanto en cuanto a la tendencia a la centroizquierda de la política de medios del Gobierno. Por un lado está la ley de medios como conjunto de propuestas teóricas -en la que efectivamente se advierte una apertura-, pero por el otro está la política de medios estatales. En ese sentido, desde 2008 Kirchner se acercó más a (Silvio) Berlusconi, de apropiación de medios para tener voces que lo repliquen, que a (Patricio) Aylwin, que en su primer año de Gobierno hizo del canal oficial pinochetista un canal lo más independiente posible.
M.S.: En vez de pensar una apertura estatal, el kirchnerismo llevó adelante una política más gubernamental con el objetivo de alentar esa minoría intensa que denosta a los medios privados y celebra al Gobierno, pero incapaz de incorporar a otros sectores. Este diálogo se da cada vez más con su base electoral, algo que le quita legitimidad al tercio intermedio, que pasó a desconfiar cada vez más del Gobierno.
V.: ¿El sueño del Gobierno fue construir un multimedios propio?
H.A.: Y mucho más que eso de no haberse eliminado la cláusula de la ley de medios que permitía a las telefónicas entrar en radiodifusión. En el momento en el que el Gobierno tuvo la posibilidad de hacerse con una parte de Telecom Italia, ellos hablaron seriamente de la posibilidad de que Clarín se hiciera de la totalidad de Telecom, lo que les hubiera dado un poder que no tuvo ni Slim en México. Esto, que estaba en discusión en agosto de 2008 (incluso después del «Todo Negativo» y del «Clarín Miente»), termina de caerse en diciembre, y recién ahí se avanza con la ley de medios. Hay un intenso debate de poder. Tanto es así que el problema de los que han simpatizado con el Gobierno es que hoy los funcionarios dirigen su libido contra todo lo que sea Clarín, pero ésta desaparece a la hora de aplicarles los artículos a Telefónica, a Vila-Manzano o al grupo Ick. Es La guerra de los Rose.
V.: Una vez desatada la guerra, Clarín se enfrentó abiertamente al Ejecutivo durante dos años malos para el Gobierno, como 2008 y 2009. Sin embargo, en 2010 y 2011, cuando el clima social era favorable al kirchnerismo, siguió abiertamente enfrentado. ¿Fue buena su estrategia?
M.S.: Toda la evidencia muestra que Clarín fue históricamente un diario zigzagueante ideológicamente hasta que encontró al desarrollismo. De 1982 en adelante, Magnetto acentúa esa característica inicial: se deshace de los frigeristas y plantea un diario sin condicionamientos ideológicos, lo que permite hacer lo que dice Pablo: apoyar las privatizaciones, luego simpatizar con el kirchnerismo, después girar a la derecha… Por eso, más que «una ideología de derecha», lo que veo hoy en Clarín es liso y llano antikirchnerismo. Eso explica por qué Milani o los derechos humanos pueden volver a ser tema.
P.Ll.: Su enfrentamiento es de tal magnitud que no sólo se corre al diario, sino que también corre a sus periodistas. Muchos periodistas de izquierda o de centroizquierda han girado hacia posiciones increíbles. El ejemplo más claro es Ricardo Roa. Lo que dice Henoch es cierto, el Gobierno tiene dos políticas: trata de tener la mayor cantidad de medios privados controlados, y a su vez genera «un poco de todo» en los medios estatales: «Fútbol para todos», «678», Télam, Radio Nacional, un cocoliche sin una línea homogénea, una mezcla entre comprar y captar, frente a un grupo mucho más uniforme, que le pega de otra manera. Y en esa lógica está ganando Clarín.
V.: ¿Pero funciona esta agenda de pegarle al Gobierno por izquierda y por derecha al mismo tiempo?
P.LL.: Al grupo no le importa.
H.A.: Cualquier grupo de medios que tenga un mayor reconocimiento como actor económico que como actor político comete un error si se sale de esa franja para transformarse en un actor semipolítico. Clarín apoyó mucho, y por demasiado tiempo, a un Gobierno, y en algún punto empezó a perder credibilidad cuando hizo un golpe de péndulo en sentido contrario, porque además se aparta de una esperable centralidad en torno a una línea editorial previsible. Cuando más fuerte es la distancia que toma con respecto al Gobierno, quizá sea menor el impacto subjetivo que tenga en su audiencia. Un Clarín mucho más moderado en la descripción cotidiana podría llegar a ser más determinante a la hora de encuadrar ciertos temas…
M.S.: En ese sentido, uno de los cambios que pasó absolutamente inadvertido de este conflicto es que Clarín sacó sus editoriales. Ahora bien, creo que su estrategia no ha sido tan mala. Fideliza lectores antikirchneristas y hoy tiene su núcleo duro: puede que caiga en ventas, pero a Radio Mitre y a Canal 13 les va muy bien, aunque en los focus groups se ve que ciertos lectores dejaron de comprar el diario por su tratamiento hostil a la figura de la Presidenta. El problema del Gobierno es explicar la Argentina a través de Clarín. El diario de Noble fue un objeto muy poco estudiado, por eso el mérito de Pablo Llonto y de Julio Ramos de hablar de Clarín cuando nadie hablaba de Clarín, pero ahora pasamos al caso extremo opuesto, donde se sobreinterpretan hasta las decisiones periodísticas más básicas, y se cree que cada nota de ese diario es una operación de Magnetto para pegarle a alguien.
H.A.: Decir que un medio puede ser el causal de la agenda política de un país no tiene nada que ver con el mundo contemporáneo. Pero hoy los opositores se pelean por la tapa de Clarín tanto como Kirchner en su momento. Ésta es una pelea del milenio pasado. Están subestimando al ciudadano.
V.: A principios del año pasado se veía un escenario más favorable en torno al fallo de la Corte. ¿Qué pasó?
P.Ll.: Les es más difícil tocar a Clarín que tocar a cualquier otro.
H.A.: Hubo una estrategia muy extraña del Gobierno, que se obsesionó con ir a fondo en el momento inadecuado. El fallo de la Cámara es un fallo decimonónico, con conclusiones fundadas en argumentos antiguos. Por eso, ir justo ahora contra los tribunales fue una estrategia complicada.
V.: ¿Clarín va a sobrevivir al Gobierno o el Gobierno va a sobrevivir a Clarín?
M.S.: Ni Clarín va a terminar con el Gobierno, ni el Gobierno va a intervenir, expropiar ni hacer nada de eso.
V.: Ni triunfar ampliamente en la Corte, creen ustedes.
M.S.: Ni triunfar ampliamente en la Corte.
H.A.: Y si lo hiciera, no creo que le ayude a ganar un solo voto.
P.Ll.: Ahora, un fallo a favor de Clarín le aumenta la fama. Si muchos políticos en la Argentina hoy lo miran con respeto, con un fallo favorable nadie se va a atrever a desafiarlo por décadas.
M.S.: Incluso suponiendo que Clarín sale dañado, creo que los políticos más moderados, como (Sergio) Massa y (Daniel) Scioli van a aprovecharlo. No creo que en el poskirchnerismo todos vayan a ir al pie con Clarín. No es que cuando se termine «678» Clarín va a volver a ser palabra sagrada. Algo cambió.