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Urbanismo pro-pibe: cómo son las ciudades amigables para los niños

En muchos países baja la natalidad y los gobiernos se preguntan cómo hacer para que la gente tenga hijos. Alcaldes de Italia y Japón tomaron medidas para fomentar los nacimientos y hacer del espacio público uno más amable para los chicos.

por Federico Poore
Cenital, 26-07-2024

Italia atraviesa una crisis demográfica tan grave que hasta forma parte de los discursos del papa Francisco y de la primera ministra, Giorgia Meloni. Pero una ciudad alpina al norte del país logró sostener, desde hace décadas, sus tasas de natalidad.

Bolzano -de ella hablamos- forma parte del Alto Adige, una región autónoma que hasta inicios del siglo XX perteneció al imperio Austro-Húngaro. Una década atrás ni sabía de su existencia hasta que vi fotos de una noticia, sobre la causa conocida como el FIFA gate, donde el empresario Alejandro Burzaco se entregaba a la Justicia en Piazza Walther, una plaza peatonal rodeada de restaurantes y cafeterías que despertó mi interés por conocer la ciudad. Al final fui en 2017 y me encantó (gracias, FIFA gate). Con unos 110 mil habitantes, que llegan al cuarto de millón si se suma su área metropolitana, Bolzano ostenta un centro histórico precioso y un famoso museo de arqueología donde se aloja la momia de Ötzi, el hombre del hielo.

¿Cómo hicieron las autoridades para fomentar los nacimientos en la provincia autónoma de un país de 59 millones de habitantes que podría ver disminuir su población en casi un millón para 2030?

La receta es sencilla pero a la vez, revolucionaria: descuentos en guarderías y productos para bebés, actividades extracurriculares para chicos, pases de transporte público, ofertas de campamentos de verano, y hasta un programa de cuidado infantil que certifica a aquellos educadores que conviertan sus hogares en pequeñas guarderías.

Otro dato importante: todos los padres de la provincia reciben 200 euros al mes por cada hijo hasta que cumplen tres años, que se suman al cheque que llega del Gobierno nacional. Es decir, existe un compromiso financiero sostenido con las familias que va más allá de los beneficios a corto plazo para nuevos bebés que los gobiernos nacionales de Italia vienen apoyando hace décadas.

“La diferencia es que hay una inversión constante, a lo largo de los años, no como la mayor parte de las políticas nacionales que se realizan una sola vez”, dijo Agnese Vitali, demógrafa de la Universidad de Trento, al New York Times. “Nadie planea tener hijos basándose en políticas de carácter único”.

Por casa

Entre 2014 y 2022 la tasa de natalidad en Argentina bajó más rápidamente que en los sesenta años anteriores. El dato disparó una serie de debates en torno a sus causas, siempre múltiples, entre las cuales aparecen buenas noticias (el aumento de los niveles educativos de las mujeres y un mayor acceso a anticonceptivos) pero también un fuerte componente económico.

Tiempo atrás, el excelente especial de Cenital para aquellos que se preguntan por la maternidad, la paternidad y la crianza incluyó una nota muy interesante de Sol Prieto y Mora Vinokur sobre el costo de tener un hijo. Allí se mencionaba la Canasta de Crianza, un indicador oficial y bastante novedoso del INDEC que busca acercar un valor de referencia sobre cuánto destinan las familias a alimentar, vestir, garantizar vivienda, trasladar y cuidar niños, niñas y adolescentes.

Lo interesante de esta canasta es que intenta captar no solo el costo directo de criar sino también el indirecto, es decir, el costo de las tareas de cuidado. El último informe, para junio de este año, estima la canasta de crianza en $330 mil mensuales para bebés menores de un año, $392 mil para niños de 1 a 3 años, de $328 mil para niños de 4 a 5 años y de $412 mil para niños de 6 a 12 años. Una moneda.

Las cifras duras ayudan a superar el debate, a menudo atravesado por discursos de carga moral, sobre el deseo de ser madre o de ser padres.

Lo cierto es que en todas partes, pero en especial en países en crisis, el trabajo y la economía frenan los planes de aquellas parejas que sí quieren tener hijos y representan un problema –demográfico y económico– para las ciudades.

Las medidas de Japón

Los países necesitan una tasa de fecundidad promedio de 2,1 hijos por mujer, considerada la tasa de reemplazo. Cuando la tasa de fertilidad cae por debajo de ese nivel, la población comienza a disminuir.

Un ejemplo clásico de este fenómeno es Japón, el país con la mayor proporción de población anciana del mundo, que ostenta una tasa de apenas 1,26 hijos por mujer. Se trata de un problema generalizado que ha sumido a la nación en un laberinto sin salida de falta de mano de obra.

Pero hay una ciudad, en particular, que logró niveles de fertilidad 20% superiores a la media nacional.

Nagareyama, al norte de Tokio, arrancó por identificar un problema de raigambre social: la disparidad entre hombres y mujeres, donde los primeros dedican apenas 41 minutos al día en tareas domésticas y de cuidado no remuneradas, la cifra más baja entre todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

En Nagareyama, llevar a los pibes al jardín de infantes es todo un tema, ya que muchas familias no logran anotar a los chicos en instituciones educativas que queden cerca del hogar. Por eso, una de las iniciativas del alcalde Yoshiharu Izaki fue generar una política de drop-off y pick-up (dejar y recoger) en las principales estaciones de tren de la ciudad. ¿Cómo funciona? Los padres los acercan hasta la estación más cercana y desde ahí viajan en autobús a sus respectivos jardines.

Más aún: dos de las estaciones, Nagareyama-otakanomori y Minami-Nagareyama, están conectadas de manera directa al centro comercial de Akihabara, en Tokio, mediante la línea Tsukuba Express (TX). El viaje toma apenas 30 minutos, casi un milagro para los estándares de las grandes ciudades de Japón.

“Lo que distingue a Nagareyama de otros lugares es que hemos creado un entorno en el que es fácil criar a los hijos y, al mismo tiempo, tener trabajo”, dice Izaki, un abuelo de 70 años que va a trabajar en bicicleta, en una nota de Bloomberg City Lab.

En Nagareyama, Japón, los padres de los chicos tienen la posibilidad de dejarlos en las principales estaciones para que los lleven en autobús a sus respectivos jardines. Foto: X / Taras Grescoe

El alcalde Izaki cuenta que estas estaciones lograron que muchos padres puedan compartir la carga de llevarlos y pasarlos a buscar (quizás el padre temprano a la mañana y la madre por la tarde), mejorando así la distribución de tareas hogareñas. Junto a otras políticas públicas, como sumar espacios verdes y considerarse “la ciudad forestal más cercana a Tokio”, hicieron de Nagareyama un lugar que recibe cada vez más trabajadores jóvenes.

“Ahora se ven muchas instalaciones de cuidado, como guarderías y hospitales. Y dado que el crecimiento demográfico está disminuyendo en Japón, pero aumentando en Nagareyama, muchos médicos y dentistas vienen aquí a trabajar. Creo que estamos pasando de ser una ciudad dormitorio a una ciudad donde la gente puede vivir y trabajar”, explicó el alcalde, que gobierna la ciudad desde 2003.

Bratislava y más allá

En mayo de este año, se celebró en la ciudad de Bratislava una conferencia cuya temática central era, precisamente, cómo hacer mejores ciudades para los niños.

Allí estuvieron Ankita Chachra (una experta en urbanismo de la Universidad de Columbia) Guillermo Peñalosa (pionero detrás del programa de ciclovías en Bogotá que hace poco se presentó como candidato a alcalde de Toronto) y el arquitecto danés Jan Gehl, que lleva décadas trabajando la idea de ciudades para la gente.

El evento le dio también a Bratislava la oportunidad de mostrar sus avances a la hora de adaptar la ciudad para el disfrute de los más pequeños: peatonalización de grandes áreas de la ciudad, espacios públicos mejor protegidos del tráfico y un listado de “calles de juego” que permiten a los niños reapropiarse, aunque sea por un ratito, de partes de la ciudad normalmente reservadas a los autos.

El “autobús peatonal” aprovecha la masa crítica de niños que viajan a la escuela para que, acompañados por adultos, se hagan más visibles frente a los automovilistas. Foto: Metropolitan Institute Bratislava

Como con el caso de Nagareyama, la política pro-pibe de la capital eslovaca es una necesidad, no solo por las bajas tasas de fertilidad sino porque la ciudad está sufriendo una fuga de cerebros. Muchos de sus profesionales se van a estudiar (y formar familias) a Austria o la República Checa y eso es un problema demográfico y económico.

De allí las iniciativas de estas y otras ciudades: desde pausas laborales para amamantar, extensión de las licencias por paternidad, ampliación de veredas, el establecimiento de nuevos sitios de cuidado y otros lugares de daycare. La caja de herramientas es prácticamente infinita y solo hace falta un poquito de decisión política.

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